Lo dijo en uno de sus últimos programas periodísticos el siniestro conductor Jorge Lanata en Canal 13, hablando justamente de uno de sus inventos más emblemáticos para arremeter contra Cristina Kirchner.
Años antes, al amparo del poder mediático y económico de Magnetto y sus socios del círculo rojo, este sinvergüenza fue el primer gran hacedor del lawfare en la Argentina.
Lo hizo captando a millones de seguidores a través de la pantalla televisiva o en medios gráficos de la misma corporación, enlodando a Cristina, a su familia y a tantos funcionarios de sus cercanías, con las famosas causas Vialidad, Hotesur y tantas más que hoy siguen vigentes.
Pruebas, lo que se dice pruebas, ninguna.
Pero, claro, Lanata sabía que Magnetto y Macri le ofrecían un respaldo incondicional de los crápulas del partido judicial, con Corte Suprema incluida.
Ahí, en ese nido de ratas de Comodoro Py, anidan jueces y fiscales encargados del trabajo sucio, que por supuesto ofrecieron el último gran servicio que sus patrones ordenaron: meter presa a Cristina.
Esto viene a cuento porque hoy esta historia de cinismo y crueldad se viene abajo como castillo de naipes. Lo saben bien sus creadores, aunque lo disimulen todos los días en sus medios, insistiendo con la canallada.
Saben bien que hay mucha gente que todavía les cree o quiere que sea así, aunque no lo sea. Son los oligarcas de siempre, los anti argentinos de siempre, los que no quisieron a Moreno, Belgrano, San Martín…
Son los menos, pero son muy fuertes porque son muy ricos. Son los antiperonistas ancestrales que no pueden soportar que una tal Cristina tenga tras de ella a tanta gente, a tanto pueblo, como pasó con Perón y Eva.
Son los que votaron al payaso paranoico y ven cómo la realidad les pega un cachetazo día tras día y los deja aturdidos y confundidos.
Son los que quieren que esto cambie y tienen a flor de labios el “sí, pero…”
Ese “sí, pero…” encierra su rechazo a un futuro de peronismo que no desean, aunque queden resignados a este presente que los acerca a la nada misma.
Ahora, la arremetida del poder es más brutal, más pública, más evidente, más escandalosa. Hay presos de este régimen. Hay apaleados de este régimen. Hay desempleados de este régimen. Hay sufrientes de este régimen. Hay muertos de este régimen.
Como dijo Cristina, “hay terrorismo de estado de baja intensidad”. Con poco más, chau democracia y adelante dictadura disimulada.
Y ante tanta podredumbre oficialista, que es la podredumbre sustentada por acólitos y cipayos en tantos ámbitos –algunos insospechados de semejante complicidad-, aparecen vestigios de esperanza remando contra tanta desazón de millones de argentinos.
Obviamente, en el sitial de honor, la grandeza de Cristina. La valentía de Cristina. El patriotismo de Cristina y su osadía de plantarse sin ceder nada, absolutamente nada, ante los verdugos que la condenaron y encarcelaron.
Y vaya si es reconfortante la actitud de Lula, que le brindó su apoyo solidario porque sabe él –que también lo padeció-, cuál es el castigo a la irreverencia a este poder delincuencial. Un poder que nunca pudo entender –ni lo entenderá-, cómo puede ser que tengan -tanto Lula como Cristina-, semejante apoyo popular.
Por si fuera poco, para desencanto de esta caterva, se viene otra vez el peronismo como alternativa electoral. Quedó demostrado en Formosa, quedó demostrado en Santa Fe. Quedará demostrado en todo el país el próximo octubre.
Porque el peronismo está volviendo.
Será necesario para que ello ocurra, que las dirigencias territoriales estén a la altura de lo que el momento exige. Es decir, candidatos confiables y leales y –fundamentalmente-, cristinistas. Que entiendan que peronismo y kirchnerismo es la misma cosa.
Aquí en La Pampa –lo dije en entregas anteriores-, tendrá Sergio Ziliotto la mayor responsabilidad en tal sentido, por ser el dirigente peronista más creíble y más respetado.
Todavía hay muchos que no han dicho nada ante el atropello del que ha sido víctima Cristina. Ni una palabra ni un gesto solidario. Se trata, nada más ni nada menos, que de la presidenta del partido al que ellos pertenecen.
Eso sí, es probable que ante la inminente victoria peronista, la hipocresía de la que hacen gala los lleve a festejar sin sonrojarse, pensando más en el futuro cargo y no en el cargo de la conciencia.
Basta de Randazzos, Sciolis, Schiarettis. Basta del peronismo a medias, de la tibieza y los titubeos permanentes.
Esta hora es crucial. Es determinante para jugar como se debe jugar. Haciendo campaña con el estandarte de Cristina libre, para decirles a todos los pampeanos –peronistas o no-, que esta elección es por La Pampa, por Argentina y por Cristina.
Será justicia.
(*) Héctor Mariani
Periodista