Bailarín, actor, titiritero, mago, maestro, director de escena, Fernando Inchausandague (su apellido real) fue todo eso y mucho más al cabo de su riquísima vida cultural. Y conoció las duras y las maduras.
Lo conocimos en los albores de los ’70, cuando los adolescentes Sonia Obieta, Sergio Lupardo y quien escribe, se sumaron a su peña infantil “Pichi Anay”, por las tardes de fines de semana, cuando por la noche sus “parroquianos” más conspicuos eran los inolvidables “Quique” Fernández Mendía y Juan Carlos Bustriazo Ortíz.
Desde entonces mantuvimos una cariñosa amistad discretamente lejos, que renovamos cada vez que nos volvimos a ver. Compartimos la tarea de recuperar la actividad cultural oficial en Santa Rosa, cuando la municipalidad nos encomendó formar una comisión en el retorno de la democracia.
Toda su vida la dedicó al arte, aún cuando tuvo que oficiar de comerciante para mejorar su economía. Tras la exitosa creación de “La Pampa canta y baila”, dictadura mediante, se metió de lleno en el teatro de títeres, y también fue destacado profesor de baile en el incipiente Polivalente de Arte de Santa Rosa.
De personalidad fuerte y de imponer su sapiencia, Fernando nunca fue de hablar de su trayectoria anterior a La Pampa. Pero se había codeado con los grandes de su época en la danza folklórica contemporánea. Una anécdota que siempre recordé y que le hice saber, fue cuando a finales de los ’70, el Ballet Brandsen llegó a actuar en el flamante Cine América de la capital provincial.
Entonces, Oscar Murillo -su director junto a Mabel Pimentel-, estaba en la cúspide de su carrera. Estábamos allí dándole una mano en la puesta de luces, cuando Murillo nos preguntó por Dagué, habló de su excelencia en la danza, y nos narró que habían sido amigos y compañeros.
Nunca de su boca salió siquiera una frase auto referencial.
Con los años, a Pico vino a actuar en Ruido y Nueces junto a su hijo. Ya tenía 83 años. Y nuestra preocupación era que no se lo podía convencer de no subir a la punta de la escalera de dos hojas para poner luces o colgar escenografía.
Hace unos meses, recibió un merecido homenaje que promovió con toda justicia Alejandro Arias, coordinador de Cultura en el Teatro Español.
"Amo este Teatro", relató a La Arena el día del homenaje. Recordó que cuando llegó desde Buenos Aires, lo primero que conoció fue el Español, y contó anécdotas de cuando trabajó en el lugar. “Lo amo”, insistió.
Dagué siempre se definió como un trabajador de la cultura, y destacó el tiempo que le dedicó en su vida a producir espectáculos para los niños.
La cultura pampeana de luto
Fernando Dagué estaba internado en el Sanatorio Santa Rosa desde hace un mes atrás. Su hija Melisa confirmó al diario La Arena que no pudo superar las complicaciones de salud que lo aquejaban.
"Será velado hoy (por este martes), y estamos gestionando si se puede hacer en el Teatro Español", anunció. Más tarde, las autoridades del Teatro confirmaron que será velado en esa sala, de 16 a 18 de este martes.
No habrá mejor homenaje para darle la última despedida.
Alberto Callaqueo