Norberto Antonio Suárez tuvo una larga vida llena de vicisitudes; de las negativas se recuperó, y se armó de nuevo y con éxito.
Deportista en su juventud, integrante de una familia con hermanos varones que también se dedicaron a la política, Antonio fue varios años funcionario de gobiernos provinciales.
En esa ocasión fue que resultó denunciado y pagó con prisión un caso de corrupción por el que propios y extraños, de un lado y de otro de los ejes partidarios, sentenciaron hasta hoy que Suárez pagó más culpas ajenas que propias, y que si la justicia provincial hubiera investigado como correspondía, se habría producido un desfile de presos “conocidos”.
Suárez cumplió su condena, y lejos de amilanarse por el revés, salió decidido a apostar a la producción privada, y fue así que en muy poco tiempo transformó en rotundo éxito la producción artesanal de helados, que con su marca trascendió los límites provinciales.
En 2004, toda su familia fue golpeada por la tragedia, cuando su hijo varón, piloto él, murió en un recordado accidente de aviación, en el que también fallecieron integrantes del Club de Paracaidismo Ranquel de esta ciudad.
Internado en la semana por una dolencia de salud, no pudo sobrellevar ni reponerse a la afección cardíaca que provocó su fallecimiento en la mañana del sábado.
Lo despidieron su esposa Stella Maris Crespo, sus hijas Gabriela y Claudia, sus hijos políticos, sus nietos Virginia, Aaron, Maitena, Julieta y Aitana, sus hermanos Juan Carlos, Miguel y Norma, sus hermanos políticos, sus sobrinos y su madre política Florentina Bertone de Crespo.