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  MIÉRCOLES 26/11/2025
Madurescencia: la segunda adolescencia
En un mundo donde la expectativa de vida se alarga y los estilos de vida cambian, surge con fuerza un concepto que redefinirá la forma en la que entendemos el recorrido vital: la madurescencia.
(*) Por: Anahí Timo

Esta idea ya no es una curiosidad sociológica, sino un llamado a repensar las oportunidades, los desafíos y el sentido de la madurez en la vida contemporánea.

La madurescencia se define como una etapa intermedia entre la adultez y la vejez. Lejos de ser una fase pasiva o meramente biológica, es un tiempo activo, reflexivo y transformador. Se extiende típicamente entre los 45 y los 69 años, un periodo en el que muchas personas viven con capacidades físicas y mentales plenas, y tienen por delante décadas favorables para proyectarse.

Este concepto ha ganado relevancia en los últimos años, ya que refleja cómo la sociedad moderna no sólo ha modificado su demografía, sino también su forma de envejecer. La madurescencia ya es una etapa con identidad propia.

Este fenómeno no es sólo biológico, sino también social y cultural: muchas personas de entre 45 y casi 70 años no se sienten ni “adultos” ni “ancianos”, y habitualmente no encajan en los modelos tradicionales de retiro o jubilación.

Según la psicóloga y especialista Mercedes Jones, directora de proyectos del Centro de Innovación de la Universidad de San Andrés (Udesa), la madurescencia ha surgido ante “la necesidad de un sector de la sociedad de sentirse identificado y reconocido con sus características diferenciales respecto de otros grupos etarios”.

Contexto demográfico argentino: una población que envejece

Según el Censo 2022, la proporción de personas de 65 años o más, alcanzó el 11,9 % de la población total del país, y según el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina es uno de los países más envejecidos de América Latina, con proyecciones que indican que para el 2050, una de cada cinco personas tendrá más de 65 años. Estos datos muestran que no sólo crece la cantidad de personas mayores, sino que también aumenta la relevancia social y económica de quienes están en la mediana edad elevada: los madurescentes.

Una transformación existencial

Además de un cambio biológico, la madurescencia, al igual que la adolescencia, implica un proceso subjetivo profundo. Se trata de un “movimiento vital-existencial”, donde el individuo se replantea cuáles han sido los modelos que sostuvieron su identidad hasta ahora, y decide cuáles conservar, cuáles reinventar.

No es raro que quienes atraviesan esta etapa experimenten una sensación de desconcierto: han dejado atrás parte del impulso de la adultez, pero aún no se identifican con la vejez tradicional. Aparece una “tormenta” interna, un llamado a reorientar la vida hacia aquello que ha quedado pendiente, pero con la sabiduría y la experiencia acumuladas.

La “tormenta” de la madurescencia incluye:

1.    Crisis de identidad: cuestionamientos sobre el sentido de lo ya hecho y lo que aún está por venir.
2.    Replanteo de vínculos: reflexiones profundas sobre relaciones familiares, de pareja y de trabajo.
3.    Renovación de proyectos: muchas personas retoman sueños postergados, reemprenden, estudian o se reinventan profesionalmente.
4.    Estrés psicológico: la incertidumbre sobre qué viene y cómo vivir esta etapa, puede generar ansiedad y tensión emocional.

Oportunidades y desafíos de la madurescencia

Reinvención personal: Este período ofrece una oportunidad para reinventarse. Muchos madurescentes retoman proyectos, concretan sueños postergados, aprenden, exploran nuevas pasiones, o consolidan una nueva visión de lo que significa “hacer algo con sentido”.

Aprendizaje a lo largo de la vida: La madurescencia promueve un enfoque de “vida como aprendizaje”: estudiar, actualizarse, experimentar nuevas pasiones. La madurescencia invita a un aprendizaje activo, con programas adaptados para personas mayores que quieren seguir creciendo intelectualmente. Las instituciones educativas pueden jugar un rol clave.

Cambio social y laboral: En el contexto empresarial y social, la madurescencia adquiere relevancia. Por ejemplo, la Universidad del Desarrollo en Chile sostuvo que este grupo etario puede integrarse activamente al mundo laboral, aportando experiencia, liderazgo y compromiso intergeneracional.

Salud física, mental y emocional: No todo es utopía. También hay estrés, incertidumbre y la necesidad de gestionar la transición con acompañamiento. Con décadas de vida por delante y muchas veces buena salud, es una etapa ideal para invertir en autocuidado, crecimiento emocional y calidad de vida.

Legado y maestría: En lugar de escalar, muchos madurescentes quieren compartir lo aprendido, transmitir su conocimiento y construir un propósito significativo, lejos del modelo tradicional de jubilación. Hay quienes optan por seguir trabajando, pero en proyectos diferentes o generando impacto social, educativo o cultural.

Por qué es importante hablar de madurescencia ahora

1.    Demografía en transformación: Con poblaciones más longevas, reconocer la madurescencia permite diseñar políticas públicas, programas educativos y servicios más ajustados a las necesidades reales de este grupo.
2.    Visibilidad social: Muchas personas no se sienten representadas por las imágenes tradicionales de la vejez. El término madurescencia da nombre a su realidad y legitima su protagonismo.
3.    Economía y trabajo: A nivel económico, aprovechar el potencial de los madurescentes significa valorar la experiencia, promover la adaptabilidad generacional y favorecer modelos de empresa más flexibles. También implica reconocer que este grupo es muy activo en el mercado de consumo, dado que poseen recursos económicos y quieren disfrutar la vida plenamente.
4.    Bienestar integral: Reconocer esta etapa permite acompañar el crecimiento interior, el cuidado emocional y los proyectos de vida, previniendo crisis existenciales y promoviendo una vejez no sólo larga, sino significativa.

Entre los expertos que han promovido este concepto está Mercedes Jones, especialista en longevidad, quien afirma que ya no es suficiente hablar de “adultez” y “vejez”: la madurescencia es una nueva fase con alto potencial para la “longevidad positiva”.

Conclusión:

La madurescencia es una etapa emergente con identidad propia, cargada de tensiones y también de promesas, dado que trae un horizonte esperanzador: el de una vida plena, activa y con sentido, después de los 45 años y al menos hasta los 70.

Dar voz a millones de personas que, aunque han dejado atrás la juventud, todavía tienen muchas décadas por delante. Es un llamado para que la sociedad, el Estado y las empresas repiensen sus estructuras, para incluir, motivar y empoderar a quienes están en ese tramo vital.

No se trata sólo de postergar la vejez, sino de vivir esta etapa con propósito, salud y vitalidad, diseñar un nuevo proyecto vital, y contribuir con experiencia, sabiduría y creatividad al mundo. Sin dudas, los madurescentes, se sienten en la plenitud de la vida.


(*) Roxana Anahí Timo

Médica MN88956 - MP1543

Coach Ontológico

@dra.anahitimo

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