La tarde estaba lluviosa y destemplada. El suelo de la plaza de la Victoria era puro barro. Hacía días que caía una fina e intermitente llovizna pero, desafiando el mal tiempo, un grupo de vecinos permanecía de pie observando el balcón del edificio donde se debatía el futuro.
--¿Adónde nos trajo esta vez el cronoma?— dijo Lula, chapoteando en el resbaladizo barro y tratando de mantener el equilibrio.
Loly, su hermana melliza, resbaló y Lula la sostuvo con fuerza.
Y entonces comprendieron.
--Mirá-- dijo Lula--ahí está el cabildo pero ¡más grande con más arcos que los que tiene ahora!
Trataron de escurrir sus largos cabellos -rubio y rojo- y dieron unos pocos pasos. Se acercaron a un joven que llevaba un canasto y le preguntaron qué día era-.
--¿Andan desorientadas las señoritas? Debe ser por la lluvia—respondió, y agregó con una sonrisa --Hoy es 25 de mayo y parece que se va a formar un nuevo gobierno.
¡Era eso! El cronoma las había transportado a 1810 en el día histórico y la lluvia no daba tregua.
--¿Dónde está la multitud con sus paraguas que se ve en ese famoso cuadro que está en la escuela?--preguntó en voz alta Loly-
--Yo veo dos o tres paraguas y nada más-- aclaró Lula y, cinéfila al fin, agregó: --Donde había muchos era en “Los paraguas de Cherburgo/Les parapluies de Cherbourg” (1964) con Catherine Deneuve, dirigida por Jacques Demy.
--¿Paraguas? ¡Eso es cosa de ricos!-- respondió un mulato que traía una bandeja con pasteles mojados por la persistente llovizna.
Las mellizas caminaron entre los movilizados habitantes de la Gran Aldea, y se acercaron a una inconfundible dama patricia protegida por el paraguas que sostenía una criada. Frente a ella, le preguntaron:
--¿Es usted Mariquita Sanchez de Thompson? Usted es rica, por eso tiene paraguas…
La mujer, de extraña belleza, sonrió enigmáticamente, al tiempo que su acompañante dijo:
--Vamos a casa amita, está haciendo frío y se puede enfermar.
Se alejaron unos pasos y subieron a un landó con capota, y el cochero ordenó a los caballos que comenzaron a andar. Se alejaron de la plaza y el carruaje desapareció al doblar la esquina.
Dejó de llover por un tiempo corto y las inquietas hermanas siguieron observando todo lo que sucedía con gran atención: hombres que entraban y salían del cabildo y hacían comentarios a los que estaban afuera; los que esperaban novedades bajo la consigna “el pueblo quiere saber de qué se trata”.
Un hombre elegantemente vestido se acercó a las mellizas y les entregó cintas azules y blancas que sujetaron en sus cabellos. --Gracias señor French—respondieron—¿o acaso es usted el señor Berutti?-- preguntaron.
--Soy French -respondió- ¿pero cómo es que ustedes me conocen?
--¡Ah!-- respondieron--¡lo hemos visto y leído en la revista Billiken!.
Domingo French las miró un tanto desconcertado, pero no respondió y siguió repartiendo cintas.
Volvió a llover y la plaza y la calle ya eran un lodazal.
--¿De dónde habrán sacado eso de ”el sol del 25 viene asomando“?--preguntó Lula a Loly.
Y Loly respondió:--¡Anda a saber! ¡Seguro que es un Invento de los historiadores! Claro, es más romántico decir sol que barro y lluvia, ¿no te parece?
--Me parece, me parece y ya estoy cansada de este barro pegajoso dijo Lula, y agregó-¡y el paraguas lo tenemos en Casablanca!
Su hermana respondió:-¡Y ya sabemos lo que pasó el 25 de mayo de 1810!
¿Entonces? Se miraron, y diciendo y haciendo, cronoma en mano, regresaron a La Pampa profunda y bravía, es decir a su pueblo natal: Casablanca.
Unos días después de esta aventura, en la “Escuela 13 Libertad Lamarque”, la señorita Ruda Seca pidió, para una tarea de la materia “Lengua”, un escrito: “El glorioso 25 de mayo de 1810”. Y, como los amables lectores comprenderán, Lula y Loly no ahorraron detalles de lo que habían visto y vivido.
--¡Burras, más que burras! Antipatriotas!--bramó Ruda Seca con su mejor voz de contralto. Y a continuación, con un discutible criterio pedagógico, les puso gorros con oreja de burro, y las envió a un rincón del aula para mayor escarnio de las mellizas.
Relatado esto, no se sabe por qué se asocia a los burros con la falta de inteligencia. Si algún lector lo sabe, que lo comunique. Gracias.
Las mellizas soportaron el castigo con dignidad, pero en cuanto el aula quedó vacía por el recreo escaparon por una ventana a buscar el cronoma. Regresaron a la escuela, y frente a la sorprendida Ruda Seca hicieron su rutina: se escuchó un trueno seguido por la intensa luz de un relámpago y atravesaron un túnel de nubes esponjosas.
La magia del viaje a través del tiempo las hizo aparecer en una calle frente a un edificio fácilmente identificable como una sala de exhibición cinematográfica popularmente conocida como CINE.
Era de noche y la brisa cálida las acarició mientras leían la cartelera:
“Hoy estreno de la producción de Artistas Argentinos Asociados: LA GUERRA GAUCHA”.
--¡Esa película no la vimos!--exclamaron, y decidieron mezclarse entre la multitud que ocupaba el hall del Cine Ambassador de Buenos Aires.
Era el 20 de noviembre de 1942. Allí estaba su director, Lucas Demare, contando a un periodista la vicisitudes del rodaje en Salta, ya que la película está ambientada en 1817 en esa provincia del norte durante la guerra de la Independencia Argentina.
En otro sector, el escenógrafo Ralph Pappier comentaba que para el rodaje en exteriores habían reconstruido una aldea en la misma zona donde se había producido el conflicto.
Las mellizas todo lo escucharon y no se privaron de saludar a las actrices Amelia Bence, Dora Ferreiro, Elvira Quiroga, y a los actores Francisco Petrone, Enrique Muiño, y Sebastián Chiola, quien había filmado todas sus escenas con un brazo enyesado escondido bajo el uniforme.
Lula y Loly se movían con naturalidad en el hall del Ambassador, y descubrieron que necesitaban encontrar la manera de ingresar a la sala para ver la película. No eran invitadas especiales, por lo tanto no tenían entradas para ver el estreno.
Siempre atentas, vieron a un hombre joven que se dirigía a una puerta que, con su entrenamiento cinéfilo, pensaron que conducía a la cabina de proyección. No se equivocaron: se acercaron al joven y lograron que las invitara a ver la película desde ese lugar.
Era el camarógrafo Humberto Peruzzi quien, por tener la copia recién salida del laboratorio algunos defectos, ponía un filtro delante del lente del proyector en algunas escenas nocturnas.
No había otra copia y el estreno no se podía postergar. El éxito de la en su tiempo llamada “Lo que el viento se llevó argentino”, superó los esfuerzos y el dinero invertido.
Lula y Loly, de pie en la cabina de protección, se emocionaron hasta las lágrimas y fue un llanto genuino cuando Ángel Magaña, en un primerísimo primer plano, se acerca a los gauchos de Güemes.
Pura emoción, en la pantalla se lee:
“Así vivieron
Así murieron…
Los sin nombre
Los que hicieron
La guerra gaucha”.
La música especialmente compuesta por Lucio Demare acompañó el infinito aplauso, y las mellizas derramaron abundantes lágrimas. La película las deslumbró y les dio nuevas ideas para su lucha de anarquistas.
Había llegado la hora de ajustar cuentas con Ruda Seca.
Una mañana entraron al aula montando Amarillo, el alazán de su, a veces amiga, Susanita.
Al grito de ¡la guerra gaucha! dejaron sobre el escritorio de la sorprendida maestra una bolsa de arpillera que se movía por acción de quienes adentro estaban.
De la bolsa salieron lagartijas, escuerzos y un chimango que luego de sobrevolar el aula se posó sobre la cabeza de la desesperada Ruda Seca, cuyo grito estremeció a los habitantes de ese pueblo de La Pampa profunda y bravía, rodeado de chacras con cereales madurando al sol.
¡A Dios ponemos por testigo! ¡Y mañana será otro día!
NOTA: “La guerra gaucha” está disponible en YouTube en una copia bastante aceptable. Recomendamos su visión.