Las mellizas no habían olvidado el castigo impuesto por su tía Augusta, quien vivía en Buenos Aires y a la que llamaban “la Rottenmeier", justamente por ser como esa más que severa institutriz.
¿El motivo? habían roto ¿sin querer? una taza de té de delicadísima porcelana de Limoges.
--¡Esa taza! --bramó la susodicha—¡es del juego de platos, regalo de bodas de la Señora Danvers!—finalizó, al tiempo que tomaba un antidepresivo.
Las sentenciadas vivían en La Pampa profunda en Casablanca, pueblo fundado por un millonario excéntrico y gran admirador del llamado Séptimo Arte.
Miguel Curtiz también había creado el Cine Gran Casablanca y el famoso Café de Rick, orgullo de los casablanqueños. Soñaba con que un día Ingrid Bergman visitara el lugar, y hay quien asegura que eso sucedió en el mayor de los secretos.
A Beatriz, madre de las mellizas, le decían Marlene por su gran parecido con Marlene Dietrich. Juan, el padre, era igualito a Gary Cooper ¡Habéis acertado! Lo llamaban Gary.
Ambas estrellas del Hollywood dorado habían protagonizado “Marruecos”, en el esplendor de su belleza. Imaginen los lectores el aspecto de las traviesas retoñas.
Lula era rubia como Marlene y Loly era peliroja, como Rita Hayworth según afirmaba Gary.
Por el tiempo de esta historia tenían unos diez años y en Casablanca eran muy populares por lo que ellas llamaban sus aventuras. Por sus diabluras según los habitantes del singular pueblo olvidado en medio de la provincia “portal de la Patagonia”.
Los integrantes de la familia Warnerbros amaban las películas, eran cinéfilos irredimibles y concurrían a todas las funciones del Gran Cine Casablanca.
En la intimidad del hogar, Marlene contaba y actuaba escenas de films que había visto cuando aún estaba de novia con su amado Gary. Las niñas, como hipnotizadas, absorbían inconmensurable cinefilia.
Y como si esto fuese poco, Lula leía Radiolandia y Loly la revista Antena, publicaciones especializas en el mundo del espectáculo, por lo que las mellizas sabían todas las novedades del siempre fascinante mundo del cine, por no decir la farándula.
Como devota espectadora, Marlene padecía una gran frustración llamada “Lo que el viento se llevó”.
Invariablemente comenzaba así su triste recuerdo:--¿Quieren que les cuente lo que me pasó con “Lo que el viento se llevó”?
--¡Sí mamita, contanos, contanos!—respondían a dúo y se sentaban en un sillón de mimbre, dispuestas a escuchar por milésima vez la singular historia.
Marlene se acercaba al tocadiscos y ponía el vinilo con el “Tema de Tara” y, de pie en un cinematográfico plano americano, comenzaba su relato.
“Monólogo del viento” lo llamaban sus atentas espectadoras quienes, por extraño que parezca, permanecían muy quietecitas y bien atentas a lo que decía su madre.
Marlene:--Yo había leído la novela y no veía la hora de ver la película, por eso cuando me enteré que la iban a pasar en el cine de Cardones, hablé con los del Casablanca para que la trajeran acá. Pero dijeron que no, que tenían que cobrar más cara la entrada y claro, tenía que ser más cara ¡si dura casi cuatro horas! Pero no hubo caso, no los convencí. Después, con mis amigas juntamos firmas para obligarlos a traerla, pero siguieron diciendo que no. Fue entonces que Gary, que ya era mi novio, organizó para ir a verla a verla a Cardones ¡yo hasta me hice un vestido nuevo! ¡Ay, mis princesas! no saben cuánto quería ver a Scarlett O´Hara enamorada de Ashley Wilkes, aunque en realidad estaba enamorada de Rett Butler.
En este momento hacía una oportuna pausa y preguntaba:--¿Saben, el actor que hace de Ashley se llamaba Leslie Howard, y tiraron abajo el avión en que viajaba rumbo a Londres ¡maldita guerra! Pensaban que en ese avión viajaba Winston Churchill, y los nazis lo derribaron ¡pobre Leslie!
Aquí venía otra pausa. Muy conmovida por el recuerdo, se acercaba nuevamente al tocadiscos para volver a poner el vinilo y luego, con un delicado pañuelo de encaje blanco secaba sus lágrimas.
Las mellizas no se movían y hasta parecía que ni respiraban compartiendo el momento en respetuoso silencio, pues ya sus mentes caminaban por la tierra de Tara acompañando a la gran Vivien Leigh interpretando a Scarlett, en el momento en que levanta sus brazos al cielo y dice:--¡ A Dios pongo por testigo!
Una gran emoción embriagaba a la madre y sus hijas. Sólo faltaba Gary, quien a esa hora atendía clientes en su muy próspero Almacén de Ramos Generales.
Marlene, ya repuesta, doblaba el pañuelo de encaje y retomaba su relato:--Como decía Scarlett, mañana será otro día!—miraba a sus hijas, hacía una brevísima pausa dramática y afirmaba—no fuimos al cine de Cardones.
--¿Por qué—preguntaba Lula.
--¿Qué pasó, qué pasó?—chillaba Loly.
--¡No me hagan recordar!—respondía, y recordaba—pasó que hubo un temporal de lluvia y granizo, y no pudimos llegar a Cardones. Fue la tormenta que destruyó la cosecha de ese año ¡y por esa tormenta nunca pude ver la película!—afirmaba y, desconsoladamente, se dejaba caer en otro sillón de mimbre.
Las mellizas corrían a abrazarla diciendo que ya la iban a ver, y para animarla comenzaban a cantar el ¡Hi, Lili, Hi lo! De la película “Lili” con Leslie Caron.
Si esto fuese una película acá ocuparía toda la pantalla la palabra Intervalo o Intermezzo que es más fino, según la dueña de la bombonería “Siempre tendremos París”, otro clásico del pueblo llamado Casablanca.
Pero no, no haremos intervalo para que todos vayan a tomar un café o un té. Nada de eso, continuaremos la función, quiero decir el relato, esa palabra tan maltratada…
Las mellizas comenzaban sus “aventuras en exteriores” en la plaza. Invariablemente trepaban al busto de Miguel Curtiz ¿recordais? el fundador del pueblo. Continuaban saltando y haciendo zigzag en un gran cantero de begonias y ruda macho, para terminar en el monumento ecuestre dedicado al General José de San Martín.
Días atrás habían visto la película “El Santo de la Espada” y deliberaban con sus amiguitos Susanita, Corita, Paco y Manolito: afirmaban que el General San Martín era el padre de la Patria, pero que no era el padre del pueblo porque el pueblo no era la Patria.
¡Que sí, que no! ¡Que no, que sí! Imaginen un inquietante primer plano del rostro de la señorita Jacinta cuando fueron a la escuela con semejante dilema.
San Martín terminó siendo el padre de todos, y las mellizas cual pequeñas patriotas ahora preguntaban por qué en Casablanca no tenían un cabildo, ni una casita de Tucumán ni siquiera una pirámide Mayo. Al no obtener respuestas, salieron corriendo a comprar la revista Billiken al embriagador negocio de María Teresa López y Planes.
Finalmente, llegaron las ansiadas vacaciones de invierno. Como todos los años, los Warnerbros preparaban uno de sus dos viajes anuales a Buenos Aires. El otro era en las vacaciones de verano.
Las mellizas estaban muy entretenidas recorriendo el jardín y buscando vaya uno a saber qué.
Llegó el gran día de la partida. Marlene subió al auto con una canasta de picnic que contenía sandwichs de milanesa, termo con aromático café, y todo lo necesario para el largo viaje de 700 kilómetros. Las mellizas lucían impecables con sus nuevos vestidos y trenzas con enormes moños rojos. Se ubicaron muy tranquilas en el asiento trasero. Susurraban, reían y cuidaban una misteriosa caja de cartón.
Gary lucía unos anteojos oscuros para protegerse de los molestos reflejos de la interminable ruta. Conducía con destreza y elegancia un Ford A modelo 1929 color rojo fuego, lo que provocaba que familiares y amigos –año tras año- exclamaran:--¡Qué excéntricos!
En la gran ciudad, además de las visitas de rigor, compraban libros, tomaban el té en la Confitería La Ideal, café en El Gato Negro, pero por sobre todo eso, iban al cine a ver los últimos estrenos. Películas que a Casablanca tardarían tiempo en llegar o podían no llegar nunca, como había sucedido con “Lo que el viento se llevó”. Además, disfrutaban de esas bellas salas de estreno que eran verdaderos palacios de cine.
Ese viaje que estamos contando, entre otras, vieron “Cleopatra” y “Rocco y sus hermanos”. Ambas eran prohibidas para menores de catorce años, pero Gary ya conocía el truco: si iban a una función de la tarde y se sentaban en el piso superior llamado Pullman, ningún inspector subiría a verificar la edad de las mellizas. Mellizas que, para la ocasión se vestían “como chicas grandes” ¡y hasta se ponían brillo en los labios!
El encuentro esperado y temido era con tía Augusta, hermana de Gary y esposa de tío Patricio quien era, según sus sobrinas, más bueno que el perro Lassie, que no por nada habían visto la famosa película.
Augusta era la “tía Rottenmeier” quizás más estricta que la institutriz de “Heidi” como ya se ha dicho.
El encuentro se repetía año tras año: la Rottenmeier los invitaba a cenar y ellos llevaban un postre comprado en la confitería Los Dos Chinos.
Un atardecer, precisamente, ese atardecer, iban rumbo al lugar de la cena transitando las calles porteñas en silencio y observando transeúntes y vidrieras de los muy iluminados negocios.
--¡Qué lejos estamos de Casablanca!— dijo Luly con un profundo suspiro.
--¡Demasiado lejos!- afirmó Loly.
Y de pronto, cuando menos lo esperaban, una epifanía. Allí, frente a sus asombrados ojos un cine mostraba una gigantesca cartelera anunciando la exhibición de “Lo que el viento se llevó” en radiante technicolor.
Sí, queridos lectores, una vez más habéis acertado. Fueron a ver la película y dejaron a Rottenmeier con la cena pasada de cocción y sin postre de Los Dos Chinos.
Qué hizo Gary para que su hermana lo perdonara, bien puede ser una película por no decir ¡ah, esa es otra historia!
Por el momento y para calmar ansiedades, podemos afirmar que fueron recibidos al día siguiente --víspera del regreso al pueblo—cuando Patricio estaba en su oficina de bienes raíces.
Augusta, de impecable vestido color obispo, no los invitó ni con un vaso de agua. Las mellizas, siempre bien organizadas, aprovecharon un instante de distracción de los adultos para dejar su misteriosa caja de cartón dentro del canasto de bordado de la antipática tía Rottenmeier.
Al día siguiente de su regreso a Casablanca, Gary recibió un telegrama que decía más o menos así:
“Tus hijas STOP son la piel de Judas STOP dejaron una caja STOP con un escuerzo STOP ¡ y una enorme lagartija! STOP nunca volverán STOP a entrar en mi casa STOP.
Sí, las mellizas no habían olvidado el castigo impuesto por la rotura de la taza de té de porcelana de Limoges.
¡Y mañana será otro día!
Maira Karenina Naab realizó el diseño de la ilustración.
Filmografia por orden de mención:
“Casablanca”( 1942) director Michael Curtiz. Con Ingrid Bergman, Humphrey Bogart y Paul Henreid, entre otros.
“Marruecos/Morocco”(1930) director Josef Von Sternberg con Marlene Dietrich y Gary Cooper.
“Lo que el viento se llevó”(1939) director Víctor Fleming. Con Vivien Leigh, Olivia de Havilland, Leslie Howard y Clark Gable.
“Lili” (1953) director Charles Walters. Con Leslie Caron, Zsa Zsa Gabor, Mel Ferrer,Jean Pierre Aumont.
“El Santo de la Espada” (1970) director Leopoldo Torre Nilsson. Con Alfredo Alcón, Evangelina Salazar y Ana María Picchio.
“Cleopatra”(1963) director Joseph Mankiewicz. Con Elizabeth Taylor, Richard Burton, Rex Harrison, Roddy McDowall.
“Rocco y sus hermanos/Rocco e i suoi fratelli” (1960) director Luchino Visconti. Con Alain Delon, Annie Girardot, Renato Salvatori, Claudia Cardinale, Spiros Focas, Katina Paxinou.
“Lassie” (1994) director Daniel Petrie.
“Heidi”(1937)director Allan Dwan. Con Shirley Temple, Jean Hersholt, Mary Nash.