Una tarde de intensa lluvia que bañaba el caldenal de la chacra “Las Violetas” y mientras buscaba un libro, encontré una carpeta de Tío Luca perfectamente anillada con un sugestivo título:“ Violetas para Bárbara Mujica”.
La revisé y resultó ser un guión cinematográfico de un proyecto de película que incluye bocetos de escenografía y un presupuesto.
--Sí, claro que recuerdo ese libreto—respondió Franz Mahler—tu tío Luca quiso producir ese documental e incluso ya había encontrado director pero entonces vino la destrucción de nuestro Gran Cine Cabiria y Luca y nuestra chacra se sumergieron en la tristeza …--y agregó con lágrimas en sus ojos claros- y fue entonces que mi Luca se fue de este mundo. Bueno, todo eso lo sabés—afirmó Franz acercándose al amplio ventanal para observar las ruinas del cine que estaba en medio del campo pampeano en nuestra chacra “Las Violetas” fundada por Bautista Parondi.
Franz giró para mirarme y preguntó:--Querés que te cuente?
--¡Por supuesto!--respondí siempre atento a descubrir una bella historia que, como tantas veces, estará inventada por el recuerdo.
--Tu tío admiraba mucho a Bárbara Mujica y la iba a ver al teatro pero nunca se animó a acercarse a ella para hablarle o pedirle un autógrafo.
--¡Qué extraño Franz, él era tan sociable!
--Recuerdo una vez que fuimos juntos a Buenos Aires y fuimos a verla, la obra era “El águila de dos cabezas” de Jean Cocteau. Luca parecía un niño en su cumpleaños. Terminó la función y esperamos fuera del teatro. Bárbara salió y saludó a quienes se acercaron pero Luca no se atrevió a hablarle y eso que, como bien sabés, no era tímido, al contrario. Estaba ¿cómo decirlo? deslumbrado por ella que era una gran actriz y una mujer bellísima.
La misma noche del hallazgo leí el guión hasta que las primeras luces del alba me recordaron que debía descansar.
Soñé con tío luca, que se acercaba sonriendo y decía:--Agustín, contá la historia de ese proyecto de película y quizás lo puedas concretar. ¡Arrivederci, bambino mio!
Y así, con sus palabras de aliento resonando en mis oídos, comparto algunos fragmentos del guión cinematográfico que espera, cual bella durmiente, despertar de un largo sueño para hacerse realidad.
El proyecto de film es una verdadera declaración de amor platónico a quien ya transita por un sendero de luz en la eternidad del tiempo.
La acción se desarrolla en el interior de un estudio de filmación con todo un equipo preparando luces, cámara, vestuario, utilería.
Una puerta se abre y entra un potente haz de luz que viene del exterior. A lo lejos, una luna llena brilla en su esplendor.
Un Asistente se acerca con una carpeta bajo el brazo. Se posiciona frente a cámara, abre la carpeta y lee:
--Parafraseando a Francois Truffaut en “La noche americana” te digo: las películas son más armoniosas que la vida, Bárbara. En ellas no hay atascos, ni puntos muertos. Las películas avanzan como trenes ¿comprendés? como trenes en la noche. La gente como vos o como yo está hecha, lo sabés bien, para ser dichosa en el trabajo, en nuestro trabajo de cine.
Buenas noches Bárbara, cuento contigo.
El Asistente camina entre cables y luces hasta llegar al camarín donde la Actriz, ya vestida y maquillada, prende un ramillete de violetas en su vestido. Se pone un sombrero y deja caer el largo y espeso velo que oculta su rostro. Toma los guantes y un abanico y camina hacia donde la esperan para filmar.
Actriz.—Tal vez por mis antepasados vascos, de Vitoria, muchas cosas no me contaron. Aprendí del silencio, de lo que se dice con los ojos. Mi abuela era ciega y durante toda mi infancia fui su mirada.
Asistente:--La familia materna de Bárbara era de artistas. Madre y tíos dedicados al teatro y al cine. Tal vez por eso a nadie sorprendió que se pusiera delante de una cámara. Lo sorprendente fue, y seguirá siendo, lo que pasaba entre ella y la cámara. Alquimia pura.
De pronto, el fuerte viento pampero con su ímpetu abre la ventana y una gaviota entra al cuarto donde estoy escribiendo. Todo un símbolo…
Observo su vuelo recorriendo el cuarto hasta que finalmente sale en busca del cielo.
Vuelvo al guión.
Asistente:--¿Qué pensaba Bárbara, cuál era su verdadero rostro? ¿Era una mujer con porte de reina que de pronto se transformaba en una pequeña niña que buscaba su lugar en el mundo?
Un haz de luz ilumina una silla vacía sobre la que hay un ramillete de violetas.
Asistente:--¡Pero qué bien entiendo lo que dice esta luz! Ya lo dijo Federico García Lorca en “Mariana Pineda”: ¡Amor, amor, amor y eternas soledades!
La tormenta con rayos y truenos es ahora muy fuerte y nuestra casa de la chacra “Las Violetas” parece un barco en medio de la tempestad. Hubo que prender faroles de querosén por falta de energía eléctrica y en esa luz vacilante observo fotos de Bárbara y pienso que hay que ver sus películas y que merece una retrospectiva como homenaje.
Asistente:-- En los años de la dictadura recibe amenazas y marcha al exilio. Regresa provisoriamente para cuidar a su madre que está enferma. No volverá a salir del país y comienza para ella un largo y doloroso exilio: el exilio interior.
Son años oscuros y es otra víctima de este país antropófago que devora a sus hijos. Representa a su generación, castigada por hacer y, sobre todo, por pensar. Igual que otros colegas, está prohibida por la junta militar y no puede trabajar en cine y televisión. Realiza diversas tareas y trabaja en una inmobiliaria mientras atiende a su madre definitivamente postrada en la cama.
Gabriel y Pablo, sus hijos adolescentes iluminan esos días de oscuridad.
He compartido hasta aquí una apretada síntesis del proyecto de documental-homenaje.
Respecto a Bárbara Mujica, a quien ya estoy admirando igual que tío Luca, sólo quiero agregar que finalmente, con la democracia, volvió a trabajar como actriz hasta que un día su alma voló a ese lugar que llamamos cielo y que no es más que nuestro corazón.
Terminé de escribir esta nota y me pareció escuchar una voz que tarareaba una canción de cuna y entonces la gaviota golpeó la ventana con sus alas. La abrí y en un leve aleteo se posó sobre mi mano un instante y luego voló a un lugar en lo alto de la estantería repleta de libros. Después volvió a salir y por allí vuela en busca de la eternidad.
Intrigado, busqué en el lugar indicado por la gaviota y allí encontré un ejemplar de la revista Atlántida con Bárbara en la portada y envuelta en un sobre transparente con un rótulo que decía así: “algún día se la entregaré a Bárbara”.
En su interior había un extenso e interesante reportaje junto a varias hojas sueltas en un texto manuscrito que decía así:
“Había una vez una chica soñadora que vivía en la Gran Ciudad. Le gustaba el ballet y quería ser bailarina. Pero por esas cosas del azar, un día se encontró frente a una cámara de cine.
Con las películas, se hizo muy famosa. Todos los muchachos soñaban con ella que se había transformado en algo así como la princesa de los cuentos.
A la muchacha, eso parecía no importarle. Seguía caminado por las calles de su barrio, protegida por la sombra de los árboles y buscando un lugar donde ser feliz.
Y dicen los que conocen esta historia que por esa época, un niño flacucho y asmático descubrió una fotografía de ella en la única sala de cine que había en su pueblo,perdido en medio de La Pampa.
Entusiasmado, el niño leyó lo que se anunciaba: Esta noche gran estreno del film nacional “Demasiado Jóvenes”.
Los padres del chico lo llevaban a todas, toditas las funciones de cine pero esa noche, una visita inoportuna los hizo quedar en casa.
El niño no se desesperó y cuando llegó la hora de la función salió corriendo por las calles polvorientas y oscuras deteniéndose apenas unos segundos para recuperar el aliento.
Cuando por fin llegó al cine, agitado y jadeante, la película ya había comenzado. Entró despacito a la sala en penumbra y se fue acercando más y más a la pantalla donde estaba la muchacha, que lloraba.
Y esto lo contaron los que esa noche estaban en el cine. No lo ví pero juro ¡por esta! que es verdad. El nene se acercó a la pantalla y estiró su bracito para acariciar los cabellos de la chica y entonces ella giró su cabeza y lo miró. Dejó de llorar y se fue inclinando muy lentamente hasta asomar por la pantalla como si fuera una ventana y mirando al niño que estaba en la platea, en un beso le envió su corazón.
Pasaron los años, él creció y abandonó su pueblo, fue a la Gran Ciudad a vivir donde vivía la muchacha que se había transformado en una bellísima mujer y una gran actriz.
En la Gran Ciudad, el muchacho se puso a estudiar para ser director de cine. Una tardecita entró al teatro donde ella actuaba y se escabulló hasta encontrar su camarín. Tocó la puerta con sus nudillos y esperó hasta que una voz dijo:--¡Adelante!.
Él abrió la puerta y ella miró su reflejo en el espejo de maquillaje. Giró y mirándolo a los ojos tendió sus brazos al tiempo que le decía:
--¿Por qué tardaste tantos años?
Filmografía incompleta (algunas están en YouTube) de Bárbara Mujica.
“Edad Difícil” y “Demasiado jóvenes” de Leopoldo Torres Ríos.
“La casa del ángel” de Leopoldo Torre Nilsson.
“Los que verán a Dios” de Rodolfo Blasco.
“El octavo infierno” de René Mugica
“Las ratas” de Luis Saslavsky.
“Los herederos” de David Stivel.
“Gracias por el fuego” de Sergio Renán.
“Los muchachos de antes no usaban arsénico”.
“Loraldia, el tiempo de las flores” de Oskar Aizpeolea.