Éramos tan jóvenes. En el ‘56 fundamos el grupo de Teatro Los Amigos con la dirección de Benedicto Bengochea.
En el ‘58 en la confitería El Águila, después de una larga charla con Diego Delamer, te convencimos para que integraras el grupo.
Recorrimos durante 10 años los caminos de la Pampa haciendo Teatro. Salíamos los sábados y volvíamos los lunes de madrugada.
Recuerdo la noche que te propuse venir a Buenos Aires. Creo que fue a mediados de Febrero del año ’66. Sentados en el cordón de la vereda de Gil y O’Higgins, dibujando el piso y mirando el almacén de Uña, te dije: vamos a estudiar teatro a Buenos Aires.
Y en la semana, después de estar en el casamiento de Aníbal Olié, Jorge Cafrune -que se encontraba presente por otros motivos en el club Santa Rosa, nos despidió con la Zamba de mi Esperanza.
Al día siguiente partimos rumbo a la selva de cemento, en tren. Despedida emocionante de los amigos, recomendaciones y regalos de comida para el viaje.
En el camino los diálogos eran silenciados por el pensamiento de cada uno. Las valijas cargadas de ilusiones y proyectos a futuro. Por fin llegamos a Once, un día lunes.
Cuándo bajamos, un hormiguero de gente nos llevó por delante. Con pasos tímidos cruzamos hacia la Plaza Once. Tomamos un colectivo para Avenida de Mayo, con tan mala suerte que fue al revés. En vez de ir, volvía.
Con dirección en mano, por fin llegamos. Nos recibió una gallega, y a partir de ese momento comenzó una nueva etapa de nuestras vidas.
Todo fue entre errores y aciertos, desde no poner la ficha en el molinete del subte a subir las escaleras mecánicas al revés. Las diferencias fueron muchas, pero la amistad fue franca y sincera, la hermandad superaba las discusiones.
Yo me quedé.
Vos te volviste.
Y seguiste fiel a nuestra lucha que es el Teatro.
Viva el Teatro y el camino recorrido. Todo pasa y todo queda cuando los objetivos son claros y los pasos se dan en buena dirección.
Chau Osvaldo. Viva el Teatro y la vida!