Mientras tomo mi mate tibio y miro algunas noticias, pienso que hay imágenes que no deberían repetirse nunca, pero se repiten, sólo en algunos canales de cable, o en podscst seleccionados.

Veo una madre que grita con un hijo en brazos, un padre que cava con las manos, un niño con los ojos abiertos que ya no ve. Gaza. Irán. Ucrania. Siria. Palestina. Israel. Yemen. Y la lista sigue.

Mientras tanto, acá en el sur del mundo, leemos titulares de aumentos y nos indignamos un ratito, y después seguimos. Porque hay que seguir. Porque no sabemos cómo detener las guerras, ni cómo hacer que el mundo escuche a los cuerpos mutilados que no hablan en inglés.

Desde la Psicología Social sabemos que todo sujeto está determinado por la trama vincular en la que vive. ¿Qué vínculos construye hoy la humanidad cuando el negocio de la guerra es más fuerte que el deseo de paz? ¿Qué subjetividad se gesta cuando la infancia se entrena para odiar? Cuando los pueblos deben elegir entre morir en su tierra o morir huyendo.

Estados Unidos juega al ajedrez con sangre ajena. Irán responde con fuego. Hezbollah y Hamas aprovechan el caos. Israel bombardea como quien pulsa “reset”.

Y nuestro presidente, Javier Milei, viaja, abraza, firma acuerdos, elige bando. Rinde pleitesía al gobierno de Netanyahu: Sobre el final de la entrevista que mantuvo con Esteban Trebucq para La Nación, el presidente destacó que es "un aliado de Israel", y se refirió al conflicto con Irán: "Quiero ponderar la forma, la hidalguía y el honor con el que pelea Israel". [….] y cargó contra la izquierda, a la que acusó de buscar "demonizarlo". (1)
 
Como si no existieran los cuerpos palestinos bajo los escombros.

Habla de libertad mientras calla ante las masacres. Y esto sí que me espanta, porque no sólo es sentir que del otro lado del mundo se sufre, sino pensar que podríamos quedar en un fuego cruzado.

Nuestro presidente con sus expresiones acaba de desembarcar en el campo bélico de Medio Oriente, nada menos que eso, con el significado que tiene. Se posiciona, claramente del lado de Estados Unidos e Israel, que para él representan libertades y capitalismo, frente a potencias como Irán o China.

Los pueblos lloran. Pienso que los pueblos no se odian.

Los que odian son los que venden armas, los que lucran con la muerte, los que hacen de la guerra un espectáculo geopolítico, pero no ponen el cuerpo.
 
¿Y nosotros? ¿Qué hacemos nosotros?

Tal vez mirar de frente. No correr la vista, informarnos sobre qué ideales representa quien nos conduce, y reflexionar.

Tal vez podamos escribir. Repetir sus nombres. Nombrar las ciudades arrasadas.

Tal vez enseñar que ningún Dios bendice la masacre. Que ningún niño es enemigo.

Porque si el dolor ajeno no nos atraviesa, entonces ya perdimos.

Y la única patria verdadera es la que no necesita frontera para dolerse con otro.

(*) Maria Virginia Figal
Profesora y Psicóloga Social
(1) Red Internacional en 7 idiomas