Nacido en 1942 en Taranto, en el sur de Italia, Robertino –como lo llamaban sus amigos— se sintió desde niño atraído por la escena: soñaba con ser payaso y solía contar que acarreaba baldes con agua para las fieras para poder entrar gratis a las funciones.
Poco después llegó con su familia a la Argentina donde pudo cumplir su sueño de ser actor. En su adolescencia tomó clases en la Alianza Francesa pero su gran escuela fue el escenario, junto a los grandes actores con los que trabajó: desde Ernesto Bianco hasta su amigo Alfredo Alcón, pasando por Roberto Carnaghi, Aldo Barbero, Miguel Ligero, Tincho Zabala y Elena Tasisto, sus compañeros del Elenco Estable del San Martín, que integró durante muchísimos años y que fue su gran orgullo.
Por su versatilidad, Mosca se lució en los escenarios del San Martín con todo tipo de papeles en obras de Shakespeare, Molière, Goldoni, Beckett, Valle-Inclán o Gombrowicz, aunque es probable que, por su origen, tuviera mayor lucimiento en piezas como "Stéfano", "Mustafá" o "Babilonia" de su admirado Armando Discépolo, a quien conoció personalmente y quien fue sin dudas una influencia decisiva en su carrera.
Por ello se ganó el mote de “El señor actor del Teatro San Martín” y siempre estuvo siempre orgulloso de esa calificación.
En sus roles de actor y director fue parte de cerca de 50 obras.
Gran cultor de la amistad, celebrado cocinero, por su carácter afable y su humor indestructible, será difícil olvidarlo.