Hace poco más de cuatro años, y en ocasión de analizar las PASO de entonces, epigrafiaba la nota diciendo que “si hay dos radicales, póngale la firma que hay tres candidatos, cuatro listas, cinco internas y seis impugnaciones”. Bueno, esta vez, el frente opositor mayoritario ofreció un amplio abanico de posibilidades a la ciudadanía pampeana, y presentó cinco listas: dos puras de la UCR, otras dos de tinte más bien amarillento, y una que logró reflejar a cabalidad que iban “Juntos por el Cambio”.
El metejón aislacionista con la lista 3, dejó a la cúpula radical a quince puntos de Daniel Kroneberger y Martín Maquieyra, que parecen haber captado con mayor nitidez las preocupaciones de una sociedad hastiada, después de un largo año y medio de pandemia.
Pero el dato rebelador del último domingo, es que la alianza UCR – PRO – MOFEPA – MID aventajó al PJ -por segunda vez- en casi once puntos porcenutales. Y como es sabido, la victoria cura todas las heridas, y soplaron brisas de unidad en el comité provincial, aunque no faltan quienes por lo bajo siguen rezongando, porque el hombre de Colonia Barón se asoció con un extrapartidario, contrariando así el mandato de la Convención Provincial.
Sin embargo, lo cierto es que las alianzas se inscribieron en sintonía con lo resuelto por el partido a nivel nacional. Por otra parte, si la apuesta de Kroneberger funciona, no solamente el radicalismo retendrá la banca que Marino deja en diciembre próximo, sino que, en caso de ratificarse en las elecciones generales los resultados obtenidos en las primarias, por primera vez, después de la reforma constituconal de 1994, podría arrebatarle la banca al peronismo. No cabe duda que los radicales necesitan reconciliarse con la vocación de poder, y abandonar el internismo ensimismador que les interesa sólo a ellos, y no hace sino recrudecer la apatía cívica generalizada hacia la política.
Por lo demás, lo que pasó el 12 de septiembre no debería extrañar a cualquiera que tenga registro de lo que las elecciones de medio término (excepto las de 2017) suelen propinar a los oficialismos. “Algo habremos hecho mal”, reflexionó en voz alta el presidente Alberto Fernández ante una cabizbaja CFK, y tratando de prorratear responsabilidades para amortiguar la derrota al final de la jornada de votaciones.
Mientras el mapa de la Argentina iba tiñéndose de amarillo, el triunfo de JxC no escatimó estragos ni siquiera en la exprovincia Eva Perón, donde el PJ apenas ganó ocho de los veintidós departamentos. Sin poder evitar la réplica de la consolidación del voto cambiemista encolumnado tras Mauricio Macri en 2019, la oposición cosechó más adhesiones que el Frente de Todos en la mismísima ciudad capital o aquí en Pico.
No tardaron en aflorar los memoriosos para evocar los comicios legislativos de 2013, donde la interna peronista sacrifió una banca en la cámara baja, que quedó para Carlos Javier “Colo” Mac Allister.
El que sí apareció completamente descuadernado y con un extraviado mensaje triunfalista fue Sergio Ziliotto, que salió a plebiscitar su gesión bancando a capa y espada a “Pali”, “Luchy” y “Lichi”. A simple vista, no había razón para que el gobernador saliera a jugar, salvo que se haya creído con capital político propio como para iniciar ya desde ahora una -prematura- intentona reeleccionaria. Si así fuera, no parece haber salido muy fortalecido.
El escenario está caldeado hacia el interior del justicialismo en su conjunto, y las causas de las fricciones se parecen bastante a las que ya se han presentado en otras oportunidades, sobre todo respecto a la imposición de los candidatos locales por parte del kirchnerismo, asentado hoy en el Instituto Patria. Por supuesto que eso quedaría virtualmente desmentido, a poco de reparar que la lista de unidad se logró gracias a que todas las líneas internas del PJ alcanzaron representación, y vieron contenidas sus expectativas. Pues bien, no es el autor de estas líneas a quien tienen que convencer, sino a dirigentes de la talla de Facundo Sola, por ejemplo.
En cualquier caso, se trata de un auténtico déjà vu que no sólo siembra un descontento focalizado en el bastión electoral de la zona norte, sino que zambulle a todos los peronistas en “la grieta”, al tiempo que ilusiona a los contrarios con la posibilidad de, inclusive, incrementar la ventaja en las elecciones generales de noviembre.
No obstante, todos estos bosquejos se delinean en especulaciones resbaladizas, y los guarismos no escapan a lo que ocurrió en las PASO del año 2017, donde votó poco más del 70% del padrón, y el FREPAM le sacó más de 10 puntos al PJ (casi veintiún mil votos). Empero, en las generales, el Partido Justicialista terminó imponiéndose por escasos 76 votos sobre sus históricos adversarios; vale hacer notar que en la elección definitiva sufragó el 77% del padrón (unas 17.000 personas más), y esa diferencia fue determinante para revertir el resultado final, con más algún cambio de preferencia por parte de los electores que ya habían sido parte del ensayo.
Con estos antecedentes, y atento a que votó menos del 69% del padrón electoral, no es aventurado afirmar que JxC está en su techo electoral (+/- 93.000 votos), mientras que el PJ tiene resto para empardar o hasta superar los magros 73.000 sufragios que contabilizó el domingo pasado, máxime si se considera que el justicialismo no disputó nada, porque no tenía internas, y a no dudarlo que pondrá toda la carne al asador en las elecciones generales.
De tal manera, y descartando de plano lecturas conspiranoicas, cabe preguntarse si no será que el peronsimo pampeano eligió a su adversario para el 14 de noviembre. Se sabrá en el próximo capítulo. Por ahora, final abierto.