No sé si este desorden, este caos, por el estado de las cosas, a esta altura, me ha hecho claudicar por unas semanas de la escritura, o es esta manera de percibir la vida cotidiana desde la ausencia de certidumbres que me confunde y me genera un malestar muy particular que intento atravesar airosamente.

Percibo argumentos poco creíbles y hasta contradictorios sobre las decisiones de la cuarentena que estamos atravesando a raíz el covid -19. En este aquelarre de acciones, ideas y teorías que me aproximan a un porvenir no muy certero y preocupante, seré crítica solo de algunos acontecimientos nacionales, y de trascendencia pública. Me resisto a naturalizar la realidad circundante y a acostumbrarme a lo peor que nos está dejando esta Pandemia.

Desde la Psicología Social, “La vida cotidiana, se manifiesta como un conjunto multitudinario de hechos, actos objetos, relaciones y actividades que se nos presentan en forma “dramática” es decir como una acción….” [1].

Estas acciones a las que se hace referencia, pueden vincularse con la cantidad de información recibida, debates discusiones, marchas contramarchas, decisiones, acuerdos, desacuerdos y tensión política a lo que estamos sometidos permanentemente.

Paralelamente, el virus de repente se volvió como un volcán en ebullición, enfurecida avanza la larva y al rojo vivo, comienzan a aparecer cifras alarmantes de contagios. Casi finalizando Setiembre se anuncia muertes no contabilizados por error.

Con este panorama insólito e impensado, persiste una tendencia general, y bien intencional de minimizar el peligro, co-fundir en la pantalla al espectador con opiniones y consejos que traen consecuencias lamentables.

Los comunicadores sociales famosos, algunos actores y funcionarios invitaron romper el aislamiento, algunos se contagiaron, usaron la medicina pública y fueron asistidos por los médicos que no respetaron. Héroes que ya no se valoran con el aplauso. Que caen dando batalla.

Gran parte de la población que cree esos argumentos vive permanentemente desafiando, negando o desestimando todo cuidado. Presenciamos provocaciones de todo tipo y realmente avergonzantes. Selfys de esquiadores burlones, bares abarrotados de gente, fiestas privadas, y más contagios. En contraposición existe una población sin agua potable, y necesidades básicas insatisfechas, muerte en los barrios más vulnerables y entierros en sus propias casas en las provincias más afectadas. Si tuviera que elegir una imagen que represente tanta desesperación guardada en la memoria, sería el cuadro de  Edvard Munch “El Grito”.

Hace un tiempo nos sorprendió una famosa conductora que mofándose de las prohibiciones ingirió liquido de una botella asegurando que contenía dióxido de cloro (CDS). Dias después muere un niño en de 5 años en la localidad neuquina de Plottier. Luego se supo de otras intoxicaciones seguidas de muerte.

Circularon imágenes de manifestaciones anti cuarentena sin respetar la distancia social que dispone el aislamiento, sin usar barbijo, ni seguir las recomendaciones de la OMS. Se confunden fundamentos e ideologías. Quemaron barbijos, se concentraron para repudiar las medidas de continuidad de la misma, justo en el momento de estricto cuidado debido al pico de contagios que se vienen registrando.

Asistimos a todo este escenario, extrañando a los hijos que no vemos, a los nietos, a los padres, a los amigos. Nos sacude la ausencia, todas esas ausencias juntas. Transitamos la tristeza de una pérdida familiar y no podemos despedirnos. Y aunque comprendemos algunos argumentos, igual nos desestabilizan. Salimos y entramos de ese dolor que nos produce, pero no es comparable al de la madre de Facundo Astudillo Castro, desaparecido desde el 30 de abril, y hallados sus restos el 15 de Agosto.

Esta desaparición forzada, compromete a la policía bonaerense, sin ser un caso aislado ni único. En Córdoba Asesinaron a Valentino Blas Correa por la espalda y hay dos policías involucrados. En esta pandemia se abusa del poder y de las palabras.

En lo que va del Aislamiento, se registraron 92 muertes en manos de integrantes de las fuerzas de seguridad, según un informe que publicó la CORREPI,[2].

Este hecho nos abre una herida de un pasado represivo que intentamos dejar atrás pero irónicamente, y como si fuera poco este dolor, la policía de la Provincia de Buenos Aires, aparece reclamando amenazantes, portando armas y rodeando la residencia presidencial. Se pone en cuestionamiento la legitimidad de la democracia y hasta se anunció un golpe de Estado.

Este virus tan dañino como peligroso pone en crisis la convivencia social y no solo se propaga como pandemia sino como tierra fértil de ideologías discriminatorias que han aflorado con mayor intensidad

Reapareció la homofobia en su máximo esplendor: El 28 de junio, (día del Orgullo Gay),un grupo de personas de diferentes agrupaciones políticas se organizó para concurrir al Parque Sarmiento y bajar con métodos violentos la bandera en LGBTQ, que el intendente de la ciudad aprobó izar. Fueron “en nombre de la Patria”.

El 17 de agosto frente al patio Olmos, un pequeño grupo de militantes "anti-feministas" salieron a la calle portando mensajes contra el Presidente, la Vicepresidenta y leyendas antivacunas y anticuarentenas. El Patriarcado unido argentino que se define como nacionalista y cristiano, revindican al militar carapintada Seineldín portando banderas con una mujer denuda que parece muerta o al menos inconsciente.

Irónicamente nos sacuden las estadísticas actualizadas. Aumentaron los femicidios: Son 181 desde que comenzaron las restricciones 1 cada 32 horas.208 muertes violentas de mujeres, travestis y trans. [3]

Sumado a esta emergencia social, lo íntimo, se ha vuelto extraño e inquietante, lo familiar se vuelve siniestro, si alguien enferma y luego muere no hay despedida, se lo llora en silencio y a la distancia. La soledad acecha y ya no son suficientes las video llamadas con los seres queridos. La resistencia toma la delantera y cada individuo, se comporta de acuerdo a su propia estructura psíquica y se enfrenta a las influencias de la estructura social. Incide la cultura en que desarrolla su vida, el valor que le asigna al cuidado personal para no contraer el virus u otra enfermedad, la situación económica por la que está pasando, y muchos factores sociales.

Si bien existe entren nosotros un cierto “optimismo” que se propaga, con el argumento de que una vez despojados del temor a la muerte, a la angustia que genera el encierro y las distancias, traería lo mejor de la condición humana, ese ideal y romántico pensamiento de que saldremos “mejores personas”, estos hechos, y otros que no he mencionado para no extender tanto la columna, demuestran todo lo contrario. Aquello que apela a la tolerancia, a la solidaridad sin distinción de credos, ideologías ni estratos sociales aparece como algo bastante lejano de lograr.

Debemos aceptar que también este virus, trajo consigo lo peor, aquello que fogonea el odio y la discriminación, sin entender que la mejor lección que nos está dejando esta tragedia mundial es que la salida no es individual, es colectiva.

Si hay algo a lo que nos tenemos que aferrar es a la certidumbre y eso significa también cuidarnos para cuidar del otro Nadie se salva solo. ¡Hasta pronto!

REFERENCIAS:

[1] Ana P. de Quiroga] Psicologa Social y Discípula de Enrique Pichón Riviere. Critica de la vida Cotidiana : El análisis de la “vida cotidiana” permite comprender las experiencias concretas. Tomar la vida cotidiana como objeto de análisis implica romper con la actitud natural, interpelar los hechos, problematizarlos, ganar un espacio donde puedan ser pensados por todos.

[2] CORREPI, Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional.

[3] Mumalá Nacional - Mujeres de la Matria Latinoamericana: Movimiento de mujeres que provienen de diversas experiencias de militancia social, mixta, política, de derechos humanos y de gestión estatal.

María Virginia Figal

Profesora de Arte y Operadora en Psicología Social