El Festival Aéreo celebrado en el Aeroclub de General Pico días atrás, apuntó la mirada de los vecinos hacia el azul cielo que enmarcó la alegre jornada. Los parapentistas de otra época, habituales en los días de fin de semana, producían el mismo efecto en aquellos que disfrutaban de una tarde al aire libre. 

Pero las sensaciones de estar allí, a miles de metros de altura y en el fusejale de un avión para luego dejarse caer, son algunas que sólo pocos se permiten disfrutar. Edgardo Zenarola es uno de los paracaidistas más longevos del país y practica dicha disciplina desde hace más de 40 años.

Aferrado a esta pasión desde el año 1972, sus inicios se dieron casi por casualidad: “Un amigo, un sábado a la noche en un boliche me invita para que al día siguiente comencemos con el curso de paracaidismo en el aeroclub local. Lo acompañé, sentí curiosidad para ver de qué se trataba. Él fue sólo ése día y ya después no participó más, pero yo seguí”, comentó memorioso.

Las innovaciones en la materia y los avances tecnológicos, marcan una gran diferencia y ello fue un obstáculo al dar los primeros pasos: “El paracaídas era muy precario en ésa época, muy viejos, tenían muchísimos años así que empezamos el curso en marzo, pero recién en septiembre comenzamos a saltar porque no teníamos los recursos necesarios para hacerlo”, manifestó.

A poco más de tres años de haber incursionado en la actividad, realizó el curso de instructor haciéndose cargo del curso que anteriormente había llevado adelante con un amigo. “Continué hasta el año 1988, cuando dejé de saltar estando 14 años inactivo. En 2002, regresé y poco a poco me fue agarrando eso de estar en competencia”, indicó. 

A diferencia de lo que sucedía en su familia, donde su padre fue un gran jugador de fútbol y sus hijos siguieron la misma línea, él consideró no era apto para tal actividad por lo que decidió optar por otras disciplinas: “Sí me gusta salir a correr, la natación y el gimnasio, pero el paracaidismo me atrapó, sobre todo en la parte competitiva. Hay muchos que lo hacen como un hobbie, yo no, a mí me gusta la competencia”, se diferenció. 

La cantidad de participantes fue mermando con el paso del tiempo y, hoy por hoy, el paracaidismo con menos entusiastas. El factor económico ha complotado contra la masiva concurrencia a eventos y las exigencias a los aeroclubes han alejado a los fanáticos de las alturas. 

“Antes éramos muchos los que saltábamos en Pico, ahora no tanto y en a la categoría que yo hago, que es salto con precisión, soy el único. Entonces a la hora de entrenar tengo que viajar y a los campeonatos voy solo, o con algún amigo”, afirmó.

Su continua entrega y dedicación lo ha llevado a tener participaciones en los campeonatos nacionales, que ranquean a los participantes a competiciones internacionales: “Hace algunas semanas fui a competir a San Juan y quedé en la quinta, por lo que me gané el derecho de estar en el mundial de Rusia en 2020”, contó orgulloso.

En competiciones de este carácter, suelen participar 500 personas de distintas nacionalidades que, a lo largo de una semana, demuestran su destreza. Edgardo, junto a su equipo, representarán a Argentina en precisión de aterrizaje, donde deberán detener su marcha en un disco electrónico de unos 15 centímetros de diámetro. 

La dificultad mayor se presentará, no en la capacidad de los deportistas, sino en la cantidad de entrenamientos. Los más de 700 saltos que realizan los mayores exponentes previos a los eventos superan ampliamente la capacidad de los locales.