En el epilogo de mi carrera docente, el destino me permite participar de un gran cuasiexperimento global, donde poder echar luz sobre un interrogante que hacía ya décadas daba vueltas por mi cabeza: podrán las nuevas tecnologías, reemplazar al docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje?

Sabemos que las nuevas tecnologías han tenido un desarrollo abrumador durante los últimos tiempos, pasando de la vieja máquina de escribir Olivetti, en la cual sabíamos pasar tardes enteras produciendo trabajos prácticos a la sencillez y rapidez de trabajo de una netbook ; desde los añosos ficheros bibliográficos y el trabajo exhaustivo para obtener un dato, a la instantaneidad de google; y que decir de poder realizar una charla mediante una video conferencia, o gravar un video para dar a conocer una idea.

Pero la realidad era que si bien la mayoría de los docentes conocíamos y disfrutábamos de estas nuevas tecnologías, volcábamos muy poco al trabajo diario en el aula. Seguramente varios factores incidieran para que esto sucediera, desde el hecho de no contar todos con el acceso a la tecnología ( netbook + internet de calidad), o simplemente el paradigma donde nos ubicábamos y donde el celular era nuestro gran enemigo, cuando en realidad hoy nos damos cuenta que fue nuestro gran aliado para poder navegar este tortuoso camino en un escenario donde la pandemia se devoro todo.

Así fue como una mañana nos levantamos y la escuela había desaparecido, para luego enclaustrarnos en nuestros hogares y desde allí reinventar todo nuestro trabajo, tratando de llegar a recobrar nuestro incipiente vínculo con los alumnos, pero ahora con la invalorable ayuda de toda la familia. Atrás quedo la vida normal, ordenada por un reloj, y de pronto nos encontramos leyendo correos de alumnos en plena madrugada de un fin de semana, o pautando una charla virtual a cualquier deshora de la noche.

Ya ha pasado mucha agua bajo el puente, como para poder afirmar que las nuevas tecnologías son un aporte invalorable para el proceso de enseñanza, pero que para nada son autosuficientes; ya que carecen de aquella psicología emocional que hacen tan bellas aquellas sencillas e imperceptibles palabras en el pizarrón dando la bienvenida al profe, o la avalancha que se forma ante cada timbre para salir al patio, el abrazo de la seño al llegar a la escuela, o aquellas simples palabras de apoyo del profe ante el fracaso en una evaluación……es decir, de eso se trata justamente la diferencia entre enseñar y educar.

DANIEL FORNERON, PROFESOR DE GEOGRAFÍA