JUEVES 25 de Abril
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  MARTES 16/07/2019
¿Cómo se vive en Venezuela?
“Desde hace años, se vive mal. El mayor problema son los alimentos, ya que casi la totalidad son importados”, asegura el periodista León Nicanoff desde el país caribeño.

Por León Nicanoff (desde Venezuela)

Quien le diga que en Venezuela se vive bien, le está mintiendo; o bien se encuentra en algún rincón del mundo, alejado, cómodo y tranquilo, hablando por hablar, con mucho cinismo. Se está produciendo una migración sin precedentes, de modo que hay que ser muy perverso para no ver esa realidad.

En Venezuela hoy, y desde hace años, se vive mal. Si se entiende vivir mal con no poder cubrir las necesidades básicas de cada día. No es ningún secreto. Hace rato el propio gobierno admitió la «crisis humanitaria» al permitir el ingreso de medicamentos y alimentos de otros países, y al publicar, hace más de un mes, los datos del Banco Central de Venezuela que señalan una reducción de más del 50% de PBI y una hiperinflación antes del bloqueo económico; reflejando, de esta manera, la peor crisis de su historia, o al menos del siglo XX. 

Entonces, no se debe echar cuento al respecto. Hay quienes insisten que es por el bloqueo, quienes dicen que es por las políticas del gobierno (o ausencia de ellas), y quienes manifiestan que es por ambas cosas. Pero nadie niega el deterioro de la calidad de vida. No obstante, acá aparecen dos grupos: los que dicen que todo no es tan trágico, que de a poco se está mejorando y sobre todo se está aprendiendo porque uno «aprende en las crisis» (optimistas), y los que dicen que Venezuela es una «locura» camino al «infierno» (pesimistas). Personalmente, no me inclino por ninguno: cada uno con su personalidad, con su historia y su presente a cuestas; de modo que juzgar a quienes viven acá se vuelve injusto.

Me olvidaba de un tercer grupo: los que contemplan la crisis desde lejos, quienes están por encima de la gran mayoría, aquellos privilegiados que se enriquecieron en los últimos años, y que fácilmente uno los puede ver en sus carros, en las calles, en determinados bares, en restaurantes de su propiedad con comidas reguladas por el Estado donde también mantienen negocios con opositores, en las estaciones de gasolina esquivando las largas colas; que contrastan con la realidad y que hacen de Venezuela un país muy desigual.

Lo diario

El mayor problema son los alimentos, ya que casi la totalidad son importados. Hoy día se encuentran en las góndolas y almacenes, pero sus precios son tan elevados que para la gran mayoría resulta una odisea conseguirlos. Existen programas de gobierno como ferias o los CLAP (cajas de alimentos regulados por el Estado), donde los venden más baratos, pero no siempre llegan (algunos no las perciben desde diciembre).

Para tener una idea, sin hablar de la pobreza estructural que naturalmente ahora es más delicada -y que se abordará en otra crónica-, me voy a referir sólo de la franja de los profesionales de clase media (o que eran de clase media). Ellos tienen que tener, por lo menos, dos trabajos: el de su profesión y un rebusque.

He hablado con historiadores que venden chupetines en la calle, con ingenieros taxistas, con docentes y directoras de escuelas que venden tortas, con abogados y publicistas que emprenden una pyme de «perros calientes», con biólogos que venden helados, con contadores que venden café, con petroleros que venden huevos, entre tantos otros, para cubrir sus necesidades básicas.

De modo que el tiempo escasea. La siesta, por ejemplo, es una costumbre que se ha dejado de hacer. Hay que levantarse bien temprano en la mañana, comer un buen desayuno y regresar por la tarde noche. Pero si uno tiene carro, también debe estar atento a que esté en óptimas condiciones, porque los repuestos son muy caros y escasean ya que son importados. Lo mismo ocurre, cada tanto, con los colectivos urbanos que se dañan o están dañados y no llegan o se retrasan por horas.

Ahora bien, hay veces que se destina el día en hacer trámites (tener presente las largas colas) y no en trabajar para hacer dinero. Pero puede haber un apagón y desperdiciar su día; porque los apagones suceden diariamente (menos en Caracas, claro, el epicentro del poder).

En consecuencia, la gente saca cuentas sobre el momento y la duración de los apagones (se estaba yendo una vez al día durante 4 horas). Pero otras veces el sistema se descontrola y se puede ir la luz tres veces al día con diferente duración.

Entonces si usted llega a su casa así, agotado, o como se dice acá «mamao», pensando que tiene que lavar ropa pero que antes se bañará, no se confíe tanto porque puede ser que no haya agua (recordar la crisis energética). Y si no se encargó de llenar los bidones y botellas, estará más complicado.

El tema de los medicamentos, como se sabe, también representa un problema, sobre todo para personas con enfermedades crónicas. En los hospitales o en los centros de salud, en estos momentos, en general los familiares de los pacientes tienen que llevar los respectivos insumos para que sean atendidos.

Y así se puede seguir enumerando situaciones, pero la crónica se extendería mucho. Sólo piense usted, señor o señora de clase media, los gastos que tiene diariamente, semanalmente, mensualmente, con sus respectivos niños de familia tipo, súmele los gastos imprevistos, que aparecen por circunstancias que usted no controla, recuerde que tiene un salario que alcanza sólo para cubrir los alimentos por una semana (los entrevistados por el informe de la ONU dicen que son 4 días, pero mis entrevistados en general respondieron una semana); y de riendas sueltas a su imaginación para diseñar el esquema diario que tiene que tener con el fin de subsistir usted y su familia sin que le agarre un pico de estrés. Imagine que la película de la clase media que uno vivió desde siempre, con la consecuente cultura consumista que eso implica, con su auto, sus viajes, sus “permitidos”, su tecnología, su ascenso social; de pronto finalice, y ahora se encuentre usted viviendo una realidad que antes sólo veía en las películas de tragedia personal.

Resolver

Más allá del dinero que envían los más de 4 millones de venezolanos que migraron de su país, y que representa hoy una parte fundamental de la economía familiar (tener en cuenta quienes no reciben ese dinero de parientes en el extranjero); en el día a día, entonces, se tiene que «resolver»: palabra que está en el vocabulario cotidiano de las personas de a pie. Concepto, necesariamente integrado por grandes dosis de ingenio y de voluntad, que pasó a ser la respuesta ante cada problema.

-No sé si llego, tengo un problema con el carro.
-Resuelva, chamo.
-Se perdió mi trabajo en la computadora por el apagón.
-Resuelva, chama
-Hoy no vendí nada y no llego a comprar alimentos para cenar.
-Resuelva, pana.

Increíblemente, mágicamente, se resuelve. Esto lleva a que se creen grandes redes de solidaridad para «resolver» de manera colectiva, que en muchas ocasiones a uno lo conmueven, porque lo que hoy es mío mañana es tuyo y si vos me das yo te doy. Pero, ¿qué pasa con los que no tienen el ingenio y/o la voluntad para resolver diariamente? ¿Qué pasa con estas personas, denominadas por el sistema «débiles»? ¿Se los come la realidad? Porque la ley del «resuelve diario», es, justamente, la ley del más fuerte.

Acá aparecen, más que los fuertes, los vivos. Los vivos en Venezuela pueden hacer dinero, y hay muchos vivos que se aprovechan de las necesidades ajenas o de la buena voluntad y rectitud de otros. A este grupo se los denomina «bachaqueros».

Y ¿cómo se hace para generar dinero fácil en Venezuela? Se contará en la próxima crónica.

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