SÁBADO 20 de Abril
SÁBADO 20 de Abril // GENERAL PICO, LA PAMPA
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  VIERNES 23/02/2018
Subzona 14 II: un médico exiliado en Canadá apuntó contra Marín y el Colegio Médico
El médico Jorge Irazusta viajó desde Canadá para relatar su caso. "Nos detuvieron porque se acababa el negocio de la medicina", dijo y denunció el rol del Colegio Médico en la represión y destacó que Marín no los escuchó cuando fue vicegobernador de Regazzoli. El informe de El Diario de La Pampa.

Jorge Oscar Eugenio Irazusta prestó su testimonio sobre la detención y persecución que padeció por integrar el servicio social de Salud del hospital Molas, de Santa Rosa.

Irazusta tiene 73 años y fue uno de los médicos que integraron el Servicio Provincial de Salud en La Pampa durante los años 70 y cayó preso todavía en tiempo del gobierno constitucional.

Estuvo detenido en la Colonia Penal del 13 al 21 de noviembre del ‘75. El 23 de marzo de 1976, un día antes del golpe, se exilió en Canadá, dónde aún reside.

Una hermana del médico fue desaparecida por los represores en Córdoba. En agosto de 2010, Irazusta ya había viajado junto a su esposa Cecilia Cornejo para asistir al juicio contra el dictador Jorge Rafael Videla en Córdoba. Su hermana, María Eugenia Irazusta, fue torturada y asesinada en la jefatura de Policía de esa capital.

El médico relató que en junio del ’74 llegó a La Pampa porque lo contrataron junto a Antonio Mafrand para implementar un plan de salud en la provincia. Con el ministro de Bienestar Social, Néstor Ahuad, “discutió” la creación del Servicio Provincial de Salud, aprobado más tarde por la Legislatura.

“En noviembre recibí una carta de la triple A, decía que si no me iba de la provincia me iban a matar”, recordó. Ahí lo mudaron desde Anguil, al barrio de funcionarios en Santa Rosa, entre las viviendas del vicegobernador Rubén Marín y el ministro, Jorge Matzkin.

En abril del ’75 se hicieron los concursos para cubrir 270 cargos de médicos. En agosto, por la interna del PJ, el servicio fue intervenido por el doctor Pedro Antonio Bibini. “Fue el primer paso para su destrucción, comenzó el desmantelamiento durante el gobierno de Regazzoli y Marín, que finalizó con el gobierno militar”, evaluó. El interventor después del golpe siguió en su cargo.

A Irazusta, que era director de Atención Médica de la provincia, le hicieron un sumario y lo trasladaron a una oficina que llamaban “la congeladora”, con otros profesionales perseguidos, sin tareas.

A él y al médico Mafran les abrieron un prontuario, con huellas y fotos, por orden del gobierno. “No nos querían acá, nos teníamos que ir. Como no lo hicimos, el 13 de noviembre nos detuvieron a las 5 de la mañana, se presentó ese señor que está ahí, Baraldini, con dos camiones del Ejército y soldados con armas largas. Entraron a mi casa y me dijo que me detenían por orden del Ejército. No tenían un solo papel”, relató.

“Otra persona, Greppi, empezó a  dar vuelta la casa, que habíamos alquilado porque nos habían echado del barrio de funcionarios. Me subieron al camión, bajaron las lonas, dimos muchas vueltas hasta llegar al Penal, y el sargento me dijo que él había entrenado a la guardia rural de Santa Fe, encargada de la represión en el territorio boscoso de La Forestal, dónde yo había estado”, prosiguió.

En la Colonia Penal lo dejaron en una celda, solo, con un tarro para sus necesidades. “El director me dio garantía que ahí no me iban a tocar. Me di cuenta que la cosa venía fea”, dijo.

Al día siguiente lo interrogó Baraldini “durante un tiempo largo, básicamente, sobre qué hacíamos nosotros en La Pampa”.  Su esposa intentó hacer gestiones ante el vicegobernador, Rubén Marín, pero no la recibió a pesar de que por meses habíamos sido vecinos. Después una comisión de médicos lo visitó al vicegobernador pero este también se negó a recibirlos.

“Gracias a la mediación de mi suegro, un coronel retirado, con Harguindeguy, que había sido su subalterno, me dieron la libertad pero (Ramón) Camps se negó a recibirlo. El 21 me dieron la libertad, pero no podía salir de mi casa de noche”, apuntó.

El exilio

Inmediatamente de la liberación, se fue con su esposa, Cecilia, y los cuatro hijos, a Salta. Alguien llamó a su suegro, y le avisó que tenía que salir rápidamente del país. Luego partió al exilio a Canadá. “Fue una suerte, porque quizás hubiera corrido la suerte de mi hermana y una amiga”, dijo, en relación a su hermana, fusilada en un supuesto intento de fuga, y su amiga desaparecida.

“En Canadá me enteré del golpe, el 30 de abril recibí el llamado de Cecilia, que estaba en Córdoba, que habían matado a mi hermana. Ahí ellos también viajaron a Toronto, y el 8 de mayo finalmente pudimos reunirnos. Allí comenzó en serio nuestro exilio”, completó.

Explicó que “en el exilio a uno lo desarraigan, le quitan todo lo conocido, hasta el significado del viento, dejan de tener algo que querían mucho. Es muy dura la pérdida, y reconstruirse como persona”.

“Cuando llegué a Canadá no teníamos más que un nombre y el apellido, no tenía el idioma, la profesión ni con qué darle de comer a mis hijos. Y ellos pasaron por lo mismo, en la escuela, sintieron que habían perdido todo. Sebastián, que tenía siete años, perdió dos años de la escuela”, contó.

Recién en el '82 pudo recuperar su habilitación como médico. Y a partir de allí cumplir su "sueño" de brindar un servicio de salud ligado al estado y no al lucro capitalista.

El rol del Colegio Médico

Irazusta recordó que el Colegio Médico hizo campañas en contra del nuevo servicio y sus referentes. Dijo que publicaron solicitadas afirmando que eran “comunistas, que quitábamos la libertad de elección de los pacientes, y que quitábamos la libertad de trabajo a los médicos”.

“Quiero aclarar que el servicio no era estatizante ni prohibía nada. Lo único que decía era que trabajaban en el sistema privado o el público. Y el único objetivo era eliminar el lucro de la relación del paciente y el médico”, consignó.

"La pelea con el Colegio Médico fue que se acababa el negocio. Ese fue el fondo, por qué nos detuvieron. Era mentira lo que decían, que éramos subversivos, que queríamos montar un hospital para la guerrilla", completó.

“Todo lo que hicimos fue bajo la ley y después, por las razones que sea, nos soltaron la mano. Nos detuvieron no por subversivos, sino porque alteramos el sistema de salud que operaba en la provincia y defendía los intereses del Colegio Médico, lo único que querían era defender su pequeño negocio. Tenían en poder de llegar a las orejas de los sicarios que ejecutaron las cosas. Lo único que hicimos fue patear el tarro, no acepto ningún tipo de otra acusación”, finalizó.

 

(El Diario de La Pampa)

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