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  VIERNES 23/07/2021
Retrato de Amy Winehouse, la voz sorprendente e inolvidable
Se cumplen diez años de la muerte de la cantante de jazz y soul británica -también autora de sus temas- que revitalizó el género musical y abrió el camino a toda una generación de cantantes.

El ensayista y crítico musical Simon Reynolds afirma en su libro Retromanía (Caja Negra, 2012), que en el siglo XXI el pop se volvió vintage y que, en vez de evolucionar, los artistas que surgieron se dedicaron a reciclar la música del pasado, en un pastiche de sonidos carentes de una identidad propia, que permitiera distinguir los años 2000 de otros períodos musicales.
Sin embargo, para quedar en la historia, no siempre es necesario haber inventado un nuevo sonido. En una época marcada por los revivals, Amy Winehouse recuperó el clásico sonido del jazz y del soul, pero su mayor mérito fue que lo hizo con sus propias canciones. Dueña de una personalidad autodestructiva, el éxito la sobrepasó y acabó con su vida, pero gracias a ella, surgió una nueva generación de intérpretes femeninas que fueron reconocidas como artistas por derecho propio, y no como meros productos manipulados por la industria.

Tony Bennett, que invitó a Winehouse a participar en su álbum Duets II cuatro meses antes de su fallecimiento, afirma en el documental Amy (dirigido por Asif Kapadia en 2015), que la cantante fue una de las más auténticas que escuchó en su larga carrera. “Tenía un don absoluto”, admite luego de haberla puesto a la altura de Ella Fitzgerald y Billie Holiday. El tiempo le dio la razón, aunque Amy parecía estar lejos de las grandes divas del jazz. La brecha no era solamente generacional sino social: ella era blanca, judía e inglesa, mientras que las máximas referentes del género eran negras, norteamericanas, y vivían bajo el yugo de las normas de segregación racial.

La joven cantante nació en el seno de una familia de clase media londinense, el 14 de septiembre de 1983. Janis, su madre, era farmacéutica y Mitchell, su padre, era un taxista que durante la infancia de su hija, vendía paneles de ventanas de doble vidrio. Él fue quien la introdujo a la música de Frank Sinatra. El jazz corría por su sangre, ya que sus tíos maternos eran músicos profesionales, y su abuela paterna, Cynthia, era cantante y había sido pareja de Ronnie Scott, célebre por ser el dueño de uno de los clubes de jazz más importantes de Inglaterra, y por haber grabado el solo de saxo de Lady Madonna de The Beatles.

Abuela Cynthia

Fue Cynthia quien descubrió el potencial de la voz de Amy, y quien apoyó su carrera musical desde el principio. A los 9 años la inscribieron en la prestigiosa escuela de artes escénicas de Susi Earnshaw, donde estudió canto, danza y teatro. Allí conoció a su mejor amiga, Juliette Ashby –hoy cantante-, con quien formó un dúo de rap y R&B llamado Sweet n’ Sour. Durante la secundaria fue a otro importante colegio de arte, la Escuela de Teatro Sylvia Young, pero a los 15, sus padres decidieron cambiarla porque no mostraba interés en lo académico, y desafiaba constantemente las reglas de vestimenta, en especial cuando empezó a usar un piercing en la nariz. Su mala conducta fue una forma de canalizar la angustia que le provocó el divorcio de sus padres, algo que nunca pudo superar del todo. Mitch dejó a Janis por otra mujer y abandonó el hogar familiar. Inspirada en su propia historia, años después compuso una canción titulada What is it about men? en la que canta:

“Entender que una vez fue un padre de familia

Segura de que en primera instancia nunca tendría que haber sufrido por él

Emulando toda la mierda que mi madre odiaba

No pude evitar demostrar mi destino freudiano

Mi excusa para llevarme a tu chico

Es que la historia se repite a sí misma, nunca muere”

Amy fue tratada con antidepresivos desde la adolescencia para aplacar su comportamiento, pero como ella misma relató: “creo que nunca supe lo que era la depresión. Sabía que a veces me sentía rara y que era diferente. Creo que es algo de los músicos, por eso hago canciones. No soy como muchas que sufren depresión y no tienen manera de canalizarla. No pueden agarrar una guitarra durante una hora para sentirse mejor”.

Alex, su hermano mayor, le enseñó a tocar dicho instrumento, y ella comenzó a componer como una forma de exorcizar su desazón, pero también porque la música de su generación no le resultaba atractiva. “Cuando era chica, lo que sonaba me parecía una basura. Empecé a escribir canciones para desafiarme a mí misma, sólo porque no había nada que pudiera escuchar en ese momento. Habiendo conocido el jazz y a grandes compositores como James Taylor o Carole King, realmente sentí que no había nada nuevo con lo que pudiera sentirme representada”, explicó.

Dueña de sus propias canciones

Lo otro que distinguió a Amy Winehouse de las cantantes de jazz más importantes de la historia, fue que ella escribía sus propias canciones. Su dolor era real, y eso se sentía en sus interpretaciones. Su sonido era bien clásico, incluso más tradicional que el llamado neo soul que se desarrolló a fines de los ’80 y principios de los ’90 -que incorporó elementos del pop, el rock, el hip hop y la música electrónica-, pero sus letras eran actuales y cualquier persona de su edad podía identificarse con ellas.

A los 16 se incorporó a la Orquesta Nacional Juvenil de Jazz, una de las más prestigiosas del Reino Unido, con la que grabó cuatro canciones (hoy inconseguibles) y que sirvieron de muestra para conseguir su primer contrato de management. Su mejor amigo, el artista pop Tyler James, fue quien le llevó un demo a su representante, que trabajaba para una agencia llamada Brilliant! que luego fue adquirida por 19 Entertainment, la productora de Simon Fuller, creador de programas como American Idol y antiguo manager de las Spice Girls.

James, por su parte, adquirió popularidad en el circuito de pubs londinense, y la prensa lo calificó como la respuesta británica a Justin Timberlake. Sin embargo, su primer álbum, que tenía tres canciones coescritas con Amy, fue un fracaso comercial y, tras una aparición en el programa The Voice, se retiró. Pero fue gracias a él que Winehouse entró al mercado por la puerta grande, ya que su enlace con Brilliant! le permitió firmar un acuerdo editorial con EMI Publishing por sus composiciones, y luego con Island Records, una subsidiaria de Universal.

Mientras su agencia de management trabajaba en su desarrollo artístico, Amy tocaba en pequeños clubes, a veces sola con su guitarra, y otras veces con una banda de soul y funk llamada Bolsha. Además, había empezado a trabajar como periodista de espectáculos en la agencia de noticias World Entertainment News Network (WENN). Allí conoció a Chris Taylor, unos años mayor que ella, con el que inició su primera relación sentimental seria. El noviazgo duró apenas nueve meses. A Amy le atraían los hombres de carácter y Taylor no era su tipo. La ruptura le sirvió de inspiración para escribir las canciones que integraron su primer álbum, Frank. El ejemplo más claro es el primer single, Stronger Than Me, donde le reprocha a su ex: “Todo lo que necesito es un hombre que esté a la altura de su rol” y “Me siento una mujer, pero vos sos un afeminado”.

La agencia 19 Entertainment mantuvo a Amy Winehouse como el secreto mejor guardado de la industria. Le dio un adelanto de regalías que le permitió dedicarse a la música de forma exclusiva, y luego la llevó a Miami para grabar su debut junto a los productores Salaam Remi y Commisioner Gordon, conocidos por sus trabajos con The Fugees y Lauryn Hill.

Casualidad más descubrimiento

El antiguo gerente de talentos del sello Island, Darcus Beese, contó en una entrevista a Hit Quarters que descubrió a Amy de casualidad, cuando un productor le fue a mostrar el trabajo de sus artistas, y de pronto apareció una pista con su voz. Sorprendido por lo que acababa de escuchar, preguntó quién era, y su interlocutor le dijo que no se lo podía decir. Según él, le llevó meses averiguarlo y, cuando por fin lo descubrió, quiso editar su disco de inmediato.

Frank salió a la luz en octubre de 2003 y, si bien no tuvo el éxito esperado, puso su nombre en el oído de muchos que estaban buscando artistas frescos y reales. Tras años de música prefabricada por las discográficas y los realities, una chica de 19 años, que con su propia pluma describía el desamor y expresaba sus sentimientos más íntimos, con un rango vocal digno de las mejores cantantes de jazz de la historia, le daba al pop una bocanada de aire fresco, de esas que traen vientos de cambio. Remi y Gordon dotaron sus canciones de la instrumentación típica de las big bands de la década del ’30, pero con una sección rítmica moderna, más cercana al R&B de principios de los 2000.

El álbum fue bien recibido por la crítica, obtuvo nominaciones tanto en los BRIT Awards como en el Mercury Prize, dos de las premiaciones más importantes de la música inglesa, y ganó el Ivor Novello Award, el galardón que reconoce la labor de los compositores, por la canción Stronger Than Me. Además, se le abrió la puerta para tocar en los festivales más importantes del mundo.

Amy demoró tres años en grabar su siguiente disco, algo que para un artista en pleno ascenso, es una eternidad. De acuerdo a lo que cuenta Mitch Winehouse en el libro que escribió sobre su hija (Amy, My Daughter, It Books, 2012), el material que estaba componiendo no significaba nada para ella. “Sus canciones eran tan poderosas y apasionadas precisamente porque eran arrancadas de su alma”, explica. El principal problema, en realidad, era que su vida personal se estaba volviendo más complicada. A pesar de que tenía una personalidad extrovertida y fuerte, sufría de pánico escénico, y para soltarse consumía cada vez más marihuana y alcohol. “Le encantaba cantar, pero nunca me dio la sensación de que le gustara actuar en vivo”, admitió su padre.

En 2005 conoció a Blake Fielder-Civil, un asistente de producción que frecuentaba los bares de Camden Town, el barrio de Londres donde estaba el departamento que Amy se había comprado con los adelantos de regalías que había recibido. La cantante se enamoró profundamente de él, al punto que, con tan sólo unos pocos meses juntos, se tatuó su nombre en el pecho. Su nuevo novio, en cambio, siguió viendo a su ex y, cuando decidió volver con ella, destrozó el corazón de la artista que, otra vez, canalizó el dolor de la ruptura escribiendo canciones, como Back to black, la pieza que le dio nombre a su segundo disco, donde canta:

“Nos dijimos adiós sólo con palabras

Morí cientos de veces

Vos volvés con ella

Y yo vuelvo a negro”

Muchos interpretaron esa última línea como un regreso a sus adicciones y a la depresión, pero los arreglos fúnebres de la grabación también dan cuenta del duelo que estaba atravesando la compositora en ese momento, que había quedado obsesionada con Fielder-Civil, y ni siquiera una nueva relación (con el músico y chef Alex Clare) pudo sacarlo de su cabeza.

Back to back

Back To Black, el álbum, fue editado en octubre 2006. Cuando la carrera de Amy parecía a la deriva, casi sin cantar en vivo ni encontrar un rumbo claro, en tan sólo cinco meses dio forma a una obra maestra de diez canciones. Mientras que Frank puso el acento en el jazz más tradicional –aunque la mezcla final intentó darle un sonido moderno que nunca la dejó conforme-, su segunda placa se centró en el soul y en la música de los grupos vocales femeninos de los ’60, aquellos que tan bien producía Phil Spector. Era la música que estaba escuchando durante su noviazgo con Blake, por lo que, para que la catarsis fuera total, su nuevo material debía sonar como las clásicas grabaciones de The Ronettes y The Shangri-Las.

Volvió a trabajar con Salaam Remi, pero, a excepción de la fantástica Tears Dry On Their Own –una poderosa canción con el estilo del sello Motown que toma como base el clásico de Marvin Gaye, Ain’t No Mountain High Enough-, lo mejor salió de las sesiones con el prestigioso productor Mark Ronson, que hasta ese momento había trabajado con Lilly Allen, Christina Aguilera y Robbie Williams, y que tras el éxito de su asociación con Winehouse, llegó a grabar con Bruno Mars, Adele y Paul McCartney. Él estuvo detrás de la producción del mayor hit de Amy, Rehab, sobre su negativa a ir a rehabilitación por su adicción a las drogas y al alcohol. El tema arranca con el estribillo, y enseguida invita a cantar el pegadizo “no, no, no” con el que ella de forma categórica, se niega a limpiarse.

En retrospectiva, tal vez fue la masividad que alcanzó esta declaración de principios uno de los factores que generaron el morbo en torno la figura de Amy y su estado de salud. Como si fuera necesario reforzar esta idea, algunas versiones de Back To Black incluían un bonus track titulado Addicted ,que hablaba del consumo de marihuana y con el que solía empezar sus recitales.

En el Reino Unido el álbum fue una verdadera bomba. Rápidamente llegó a los primeros puestos de los rankings, y para fines de 2007 había vendido casi dos millones de copias. En los Estados Unidos, donde Amy era una perfecta extraña (Frank no tuvo una edición norteamericana hasta 2007), también fue un éxito rotundo. Finalmente, se había convertido en una súper estrella, probablemente más grande de lo que habría deseado. Cuanto más crecía su fama, más dispuesta parecía a arruinar su carrera.

El fallecimiento de su abuela Cynthia, una persona fundamental en su vida, fue un duro golpe. Su “Nan”, de acuerdo con Mitch Winehouse, era una “influencia estabilizadora” que mantenía sus pies sobre la tierra. Esta muerte, según dijo su amiga Juliette Asby en el documental de Asif Kapadia, “la mató por dentro”.

Poco después del lanzamiento de Back To Black, Amy y Blake se reconciliaron, y volvieron a estar juntos. Sofocada por la fama y asediada por los paparazzi que querían registrar cada segundo de la vida del nuevo ícono musical, se encontraba en una situación muy vulnerable, y Fielder-Civil, que estaba sumergido en las drogas duras desde hacía tiempo, la terminó arrastrando a consumirlas. Fue el principio del fin, y la letra de Rehab adquirió en su vida una relevancia inusitada.

Polémica

De a poco, las polémicas en las que se vio envuelta empezaron a ocupar más espacio en los medios, que los logros que estaban cosechando sus canciones. Como observó la periodista Jenny Eliscu en la entrevista que le hizo en su momento para la revista Rolling Stone, “Winehouse y Blake son un par de almas autodestructivas, igualmente capaces de ser lo mejor y lo peor que les pasó en sus vidas”. La pareja se casó en Miami en una ceremonia sin invitados, y se había vuelto prácticamente imposible verlos separados, casi siempre en el ojo de la tormenta. Heridas autoinfligidas, detenciones por posesión de drogas, episodios de violencia… los escándalos se sucedían, mientras ella mostraba cada vez más dificultades para mantenerse en pie en los shows.

“Amy está trayendo de regreso el espíritu rebelde del rock and roll a la música popular. Es muy refrescante y descarnadamente honesta en sus canciones”, dijo Mark Ronson a Rolling Stone. “Hacía tiempo que en el pop no aparecía alguien que admitiera sus defectos, porque todos intentan proyectar la perfección. Pero Amy dice: ‘sí, me emborracho y me caigo. ¿Y qué?’” Esa actitud atraía a la prensa sensacionalista, pero definitivamente atentaba contra todos sus méritos. Para fines de 2007, su gira debió ser cancelada.

Back To Black fue el disco más exitoso de ese año, y ganó los premios más importantes, entre ellos cinco Grammys en las categorías principales, como Canción y Grabación del Año y Mejor Artista Nuevo. Llegó a ser la intérprete femenina inglesa con más Grammys en toda la historia, hasta que Adele la superó en 2011. Fue la protagonista de la noche, pero no pudo asistir a la ceremonia porque los Estados Unidos le denegaron la visa por sus adicciones. En su lugar, siguió la transmisión desde el otro lado del Atlántico, y actuó vía satélite desde un local acompañada por su familia y amigos. El que no compartió su máximo momento de gloria fue Blake, que estaba en prisión por haber intentado sobornar a quien lo había denunciado por lesiones graves, tras un violento altercado en un bar.

En 2008, a Amy le diagnosticaron un enfisema pulmonar, una afección respiratoria crónica, que en su caso se produjo por fumar crack. Su cuerpo estaba empezando a mostrar las consecuencias de tantos excesos, por lo que, presionada por su entorno y la disquera, y sin su tóxico marido cerca (de quien se divorció al año siguiente), pudo entrar en un lento proceso de rehabilitación y reencauzar su carrera, pero todo fue cuesta arriba. Le propusieron hacer junto a Ronson el tema central de la película de James Bond, Quantum of Solace, pero el proyecto no prosperó porque no estaba en condiciones de componer. Luego, aportó una versión afrocubana de la canción de Sam Cooke Cupid para la compilación benéfica Rhythms del Mundo, grabada junto a los músicos de Buena Vista Social Club, y una asombrosa interpretación de It’s my party, de Lesley Gore, el primer hit que produjo Quincy Jones en 1963, que fue incluido en Q: Soul Bossa Nostra, un tributo al genio musical que convirtió a Michael Jackson en el artista pop más importante del mundo.

“Para mí, el éxito es trabajar con quien quiera”, le había dicho Winehouse a un presentador de TV, durante la promoción de Frank. Había tenido el honor de ser invitada por The Rolling Stones a cantar con ellos en el Isle Of Wight Festival unos años antes, y ahora estaba entre sus planes formar un súper grupo con el rapero Mos Def, Questlove -baterista de la banda de Hip Hop The Roots- y el cantante de soul, Raphael Saadiq.

El proyecto no prosperó, al igual que su tercer álbum, del cual la vocalista apenas había terminado un par de canciones, que luego fueron incluidas en Lioness: Hidden Treasures, un compilado póstumo con versiones alternativas, descartes y rarezas lanzado pocos meses después de su muerte. Between the cheats es un doo wop sobre infidelidades, que le hubiera dado piel de gallina a la mismísima Ronnie Spector. Like Smoke, en cambio, sigue la estética de Black To Black, pero el productor Salaam Remi decidió incorporar un rap de Nas, un viejo amigo de la cantante. El famoso rapero también se apropió de Cherry Wine, otra de sus grabaciones inconclusas, para su enésima placa, Life Is Good, editada en 2012.

Lioness Records, su propio sello discográfico

En 2009, Amy creó su propio sello discográfico, Lioness Records, cuyo primer lanzamiento fue el debut de su ahijada, la cantante de soul de 13 años Dionne Bromfield, en el que también participó como corista. Su última aparición pública fue tres días antes de su muerte, cuando asistió un show de su protegida.

En 2010 ayudó a su padre a grabar su álbum de estándares de jazz, Rush Of Love. “Le encantaba estar en el estudio, y allí podía llegar a ser muy mandona. En ese ambiente era muy profesional, me decía lo que tenía que hacer, no permitía que se desperdiciase el tiempo”, dijo Mitch Winehouse a Vanity Fair. La figura de su progenitor siempre ha sido bastante cuestionada, ya que con sus apariciones mediáticas, muchos lo acusaron de aprovecharse de la fama de su hija para acaparar la atención.

Finalmente, la autora de Rehab se desenganchó de las drogas, pero las reemplazó por el alcohol. Había vuelto a beber en cantidades industriales, y pasaba buena parte de su tiempo borracha. Intentó regresar a los escenarios en 2011 con una gira por Europa Oriental, pero el primer concierto en Belgrado, Serbia, fue un desastre. Estaba tan ebria que apenas pudo mantenerse en pie y olvidaba las letras, la ciudad en la que estaba y hasta el nombre de sus músicos. Por momentos se sentaba en el piso, y no hacía más que dedicar una mirada perdida al público, que reaccionó con hostilidad.

Un mes más tarde, murió en su casa a causa de una intoxicación etílica. Según su guardaespaldas, había pasado la madrugada del 23 de julio de 2011 en soledad, mirando televisión y escuchando música. Cuando la revisó por primera vez a las 10 de la mañana, no le llamó la atención que no reaccionara. Era normal que se levantara después del mediodía. Pero a las 3 de la tarde, cuando volvió a controlar cómo estaba, se dio cuenta de que algo andaba mal. La cantante había perdido la batalla contra las adicciones. Los forenses encontraron una altísima concentración de alcohol en su sangre que, sumada a las secuelas de las drogas y a un cuadro de bulimia que arrastraba desde la adolescencia y nunca había sido tratado, resultó letal.

Tenía 27 años y fue la última gran figura en incorporarse al tristemente célebre Club de los 27, que integran Kurt Cobain, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Brian Jones y Jim Morrison. Al igual que ellos, los excesos y el estrellato acabaron con su vida a una edad muy corta. “Es escalofriante pensar que soy una celebridad”, admitió en una premiación. Es que nunca se imaginó que tendría tanto éxito. “Mi música no está en esa escala”, había dicho en una entrevista cuando salió su primer disco, para luego agregar: “No creo que pueda manejarlo, me volvería loca”.

Lamentablemente, se destinaron muchas líneas a sus escándalos, y no las suficientes en reconocer la importancia de su música. A Amy le bastaron sólo dos álbumes para cambiar el curso del pop moderno. En medio de una ola de revivals, fue la primera inglesa en cuarenta o cincuenta años que logró captar la verdadera esencia del jazz y del soul y hacerla propia, como si hubiera nacido en aquellos años dorados. Era una música lejana a su generación, pero la revitalizó. En Gran Bretaña, ambos géneros fueron adoptados con un enfoque diferente, y los intentos por hacerlo de la misma manera que los afroamericanos, fueron forzados y artificiales. David Bowie, que se acercó a la música negra en 1976 con Young Americans, calificó su propio trabajo como “soul de plástico”, porque sabía que era una imitación.

El éxito masivo no es suficiente para dejar una huella profunda y real en la historia. Back To Black continúa siendo uno de los discos más importantes del siglo XXI, y su irrupción en el mercado norteamericano abrió las puertas a otras cantantes similares, como Adele, Joss Stone y Duffy. Pero el mayor legado de Amy fue haber demostrado a la industria musical que para vender discos no era necesario fabricar artistas femeninas, ni con ejércitos de productores, ni con realities. Allá afuera estaba lleno de chicas talentosas, desde Taylor Swift hasta Lady Gaga, pasando por Billie Eilish y Lana Del Rey, capaces de conquistar al público con sus propias canciones y su estilo único. Ellas son parte de una camada de mujeres que hoy en día están encabezando una nueva revolución musical.

Todo gracias a Amy Winehouse, una estrella que se apagó demasiado rápido.

(Infobae)

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 26/07/2021 | 06:58 Hs
Enviado por oscar
Una excelente voz
 
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