Días atrás me encontraba en la sala de espera de un ajetreado centro de salud de nuestra ciudad, cuando una añosa abuela que disfrutaba de la dulce compañía de su nieto exclamó una frase muy recurrente por estos días y que realmente me llamó a reflexionar: las madres de hoy no son como las de antes. Quizás a priori dicha afirmación pueda despertar distintas valoraciones, según la perspectiva personal de cada lector, pero en este caso puntual el cambio en cuestión es absolutamente justificado, y puede agradarnos o no, pero es irreversible. En primer lugar cabe aclarar que es difícil hablar del rol de madre, totalmente escindido de su esencia, es decir de la mujer en sí misma y su papel en los últimos tiempos en nuestra sociedad.
El proceso de urbanización en nuestro país ha llevado a grandes cambios demográficos, dentro de los cuales los más evidentes son la caída de la tasa de natalidad y la postergación en las jóvenes de sus planes en lo que respecta a la conformación de su familia propia, los cuales son productos de la participación de la mujer en el mercado laboral y la cada vez más prolongada etapa de estudio para lograr sus objetivos profesionales ; tan solo recordemos que muchas de nuestras abuelas eran madres a la edad en la que las niñas de hoy cursan su nivel educativo secundario y obligatorio.
Este nuevo rol laboral de la mujer la ha desplazado de su papel central en lo que respecta a la organización familiar, el cual hoy lo comparte entre docentes, niñeras , familiares propios y hasta con sus parejas, que de hecho hemos avanzado notablemente con respecto a nuestros padres en el hecho de compartir las tareas del hogar.
Por otro lado las libertades y derechos alcanzados por la mujer muchas veces son malinterpretados por cierto grupo etario, que forjado en una etapa absolutamente machista de nuestra historia, le resulta difícil aceptar ciertas conductas y costumbres actuales que para su época eran realmente impensables, tales como que una madre pueda compartir una cena o una velada de cine con amigas, o que producto de su autoestima decida gozar de sesiones de gimnasio o de un salón de belleza, o más básico aún como que una madre pueda definir su futuro matrimonial en base a sus convicciones.
A lo largo de nuestra vida nos cruzamos con muchas personas, con quienes entablamos distintas formas de afectos, como así también percibimos otras tantas a nuestro alrededor, pero difícilmente alguien pueda percibir un lazo sentimental tan claro, inmaculado e incondicional como el amor de una madre por sus hijos. Con respecto a la frase inicial, creo que no existe un modelo de madre perfecta, pero si estoy seguro que cada una, con sus errores, vivencias, y cosmovisión personal, trata de serlo, por eso creo que no hay mejores y peores... Solo son diferentes formas de ser madre.
DANIEL FORNERÓN
PROFESOR DE GEOGRAFÍA
DNI 16958597