Días pasados publiqué en mis redes sociales tres imágenes que logré captar “al paso” el último sábado en La Reforma, cuando dos ciclistas arribaron al pequeño pueblo del sur oeste de la provincia, y después de unos breves minutos de descanso, retomaron su camino hacia 25 de Mayo.

En esa oportunidad les conté que sólo pude intercambiar unas escasas palabras con ellos mientras pasaban frente a mí, al irse.

Sólo supe que eran de San Martín de los Andes, que habían llegado hasta La Rioja, y que ahora estaban volviendo a su localidad a bordo de sus bicis, acompañados por un cachorro.

La publicación en Facebook, como suele ocurrir, se viralizó lo suficiente como para que llegara a sus familiares en la provincia de Neuquén, y ellos hoy me contactaran para agradecerme las palabras y las fotos que les había dedicado en mis redes.

Obviamente aproveché la oportunidad para hacer lo que debí el sábado cuando los tuve tan cerca y no lo hice: conocer un poco más de ellos.

Entonces, tal como lo había imaginado, descubrí una hermosa y motivadora historia detrás de los dos viajeros incansables, junto a su perrito.

Él se llama Héctor Miguel y tiene 25 años. Ella es Araceli y tiene 19. Son pareja y viven en San Martín de los Andes. Héctor siempre soñó con viajar, desde muy pequeño decía que iba a recorrer el mundo y su madre pensaba “éste habla pavadas”.

Sin embargo, Héctor creció y con él también crecieron sus ganas de vivir ese sueño que lo acompañaba desde temprana edad.

Fue así que su primera aventura fue viajar “a dedo” desde San Martín hasta Centenario, y como la experiencia resultó como la había soñado, lo motivó a volver a su ciudad y ahí nomás se decidió, solo, a cruzar la cordillera para llegar a Chile.

La hazaña por el país trasandino duró unos cuatro meses, volvió varias veces, y a partir de allí ya no quiere detener su camino por la vida y los lugares que había imaginado visitar.

Mientras tanto, a su espíritu aventurero lo alimenta tocando la guitarra, el acordeón, la quena y otros instrumentos. Hasta que un día, conoció a su par: una joven con alma de viajera que se convirtió en su pareja y con la que decidió volver a los caminos.

Ahora el objetivo es visitar provincias argentinas. Pero para ello necesitaban juntar algún dinero como para iniciar la travesía a dedo.

Pronto encontraron la solución: todas las noches vendían pizzas en San Martín de los Andes para recaudar fondos. Fue así que salieron el 14 de enero de este año de esa ciudad con rumbo a La Rioja, llevando una suma importante de dinero.

Aunque claro, al cabo de varias semanas tuvieron que recurrir a sus habilidades para poder adquirir lo necesario para vivir. En cada pueblo o ciudad fueron haciendo malabares en los semáforos, vendiendo pulseritas en macramé y haciendo algo de música y hasta cantando!

Siempre a dedo.

Hasta que un día el destino los cruzó con una familia de esas que siempre se hallan en distintas circunstancias de la vida.

Esa familia quedó tan impactada con sus historias y el recorrido que hacían a dedo, que decidieron regalarle dos bicicletas! Las mismas que vemos en las fotos y con las que siguieron “ruteando”.

Además, las bicicletas vinieron con un regalo extra, en este caso muy cariñoso y cubierto de pelo negro: un pequeño cachorro al que llamaron “Osito”. El mismo que viaja sentado en un cajón de frutas como si fuera su trono, y que cuando lleguen a destino se encontrará con “Copito”, el otro perro de Héctor, que lo extraña en San Martín.

Hoy aún están en 25 de Mayo después de haber pasado y pernoctado por varios pueblos y ciudades de La Pampa.

La idea es dejar nuestra provincia en el día de mañana, para dar el último envión hasta San Martín de los Andes, con la promesa de llegar para el 10 de setiembre, día en que la madre de Héctor cumple años.

Ellos viajan sin celular. Desconectados. La única forma de vivir plenamente una aventura con la mente ocupada sólo en lo que es vivir el día a día. Sin noticias sobre el coronavirus, vacunas, política, economía. Sin problemas externos que puedan crearles una preocupación. Si hay alguna dificutad, sólo tendrá que ver con la pinchadura de sus bicicletas.

¿No es envidiable y motivador lo que hacen?

Al menos, para mí, merecen todo mi respeto, y agradezco haber estado trabajando en La Reforma para conocerlos y verlos pasar frente a mí, con una alegría tan envidiable y desbordante que genera, como se suele decir, “una sana envidia”.

Que sigan teniendo buenas aventuras y mejores caminos!

𝙂𝙀𝙍𝘼𝙍𝘿𝙊 𝘼𝙇𝘼𝙄𝙉𝙀𝙕 - 𝙋𝙧𝙤𝙙𝙪𝙘𝙩𝙤𝙧 𝙖𝙪𝙙𝙞𝙤𝙫𝙞𝙨𝙪𝙖𝙡