La mayoría de los varones crecen en este planeta con el sueño de ser futbolistas, empezamos a socializar con otras personas diciendo, “mamá”, “papá” y “gol” e iniciamos nuestras amistades a través de una pelota.

La mayoría de los varones de este planeta nos criamos con la fantasía de ser el mejor en eso que queremos jugar, pero solo hubo uno quien lo logró. Por eso Maradona es lo que la mayoría de los varones quieren ser desde que dejan de ser cachorros y empiezan a ser humanos, es el ideal de la mayoría de los niños, y eso es ser un verdadero Dios en el planeta tierra.

Es difícil saber cuántos creyentes católicos, judíos, musulmanes, animistas, budistas, y de demás religiones existen, ni cuanto beneficio ni daño han causado, pero si hablamos de números el fútbol no debe tener mucho menos adeptos, y seguro que sí tiene más simpatizantes que cualquiera de esas religiones por sí solas.

Recuerdo que en 1993 Diego vino al pueblo para recuperar su estado físico en el campo pampeano. Nadie debía saber de su llegada, sin embargo el aeropuerto estaba repleto de personas que querían verlo y tocarlo. Recuerdo también que al lado había un señor muy alto que gritaba con una voz muy grave, como la que a mí me parecía era la voz de un señor, pero cuando el Diego salió del avión, se le aflautó la voz cuando gritó dejenló, dejenló que él sea como es él.

Los ademanes de ese señor se le habían feminizado, movía las manos con ligereza, flexibilidad y libertad.  En ese momento conocí lo que era un homosexual, o al menos un varón que no se reprime, cuando apareció El Diego a ese señor se le fueron todas las inhibiciones del cuerpo y se dejó ser por la pasión que le despertaba el 10.

Inmediatamente, salí corriendo, me metí por entre la gente gracias a que era una pulga de 12 años, trepé las escaleras del avión, subí al lado del 10 y lo abracé mirando a la gente que lo ovacionaba. Después me agaché  y le toqué el pie izquierdo. Cuando llegué a casa entré gritando -”mamá, mamá, estuve con Maradona, y le toqué el pie izquierdo”.

-“Que hiciste qué?

Le toqué el pie izquierdo.

-Pero vos sos boludo, para que haces eso?

Ahhh Mamá, vos no entendés nada.

Ese día pude sentir en carne propia lo que el Diego provocaba en la gente, lo volví a comprobar en su Homenaje en la Bombonera, en el partido en Bolivia para jugar con Altura, en todo el continente donde encontraba gente que se hacía llamar Diego Armando, y en muchas ocasiones que todxs recordamos.

No soy quien deba opinar del Diego y su relación con las mujeres, sobre todo cuando hablamos de violencia. Lo que sí debo decir es que muchos, por no decir la mayoría, de los hombres de su generación han sido victimarios de situaciones peores a las que se le reclaman al 10. No se justifica nada y a nadie, pero todo debe considerarse en su contexto, en el de una generación que naturalizó machismos tan atroces que no vale la pena escribir acá hoy. El contexto además de un enfermo por las drogas. Él mismo lo dijo: “Yo seré drogadicto toda la vida, porque es una enfermedad de la que uno no se cura nunca, solo se puede evitar”.

¿Seguir hablando de drogas? ¿Ya para qué? Solo para aprender, otra vez, que se lleva hasta a los mejores, a los más fuertes.

¿Hablar del Diego como padre? Él siempre reconoció que le había prometido a sus hijas Dalma y Gianina, que no iba tener contacto con lxs otrxs. Con el tiempo cambió su posición y fue reconociendo a muchxs de sus hijxs que andan por el mundo.

De fútbol no se puede hablar, porque es calificar a Dios, y eso es una blasfemia. Los que no aman a fútbol que no nos falten el respeto a los futboleros, no lo comparen con nadie más. Se puede hablar de una persona que soportó el cariño y la demanda de todo el mundo, de una persona a la que nadie le podía decir que no en nada. Maradona podía ser invitado a cualquier lugar, cualquier comida, cualquier fiesta y cualquier infierno de drogas del mundo. Nadie podía decirle que no, y lo peor es que muchos querían darle ese infierno, invitarlo a tomar algo, llevarlo a lo oscuro solo para tener algo que compartir con el 10. Además, Maradona genera dinero con solo sentarse a hablar, y a esos genios, los buitres capitalistas lo persiguen a morir, hasta a matar su gallina de oro.

Cuando volvió a Argentina, y a Gimnasia de La Plata, escribí un texto sugiriéndo que iba a pasar esta tragedia. Como dijo el 10, lxs argentinxs todavía no sabemos cuidar a nuestros ídolos, solo queremos pedirle más y más.

Maradona, como todos tenía sus contradicciones, jugó al futbol con Menem cuando a ese presidente le mataron el hijo y resbaló sin querer queriendo cerca de la mafia napolitana. Pero si tenemos en cuenta que salió de una villa, que no tuvo una educación escolar al menos normal, que a los 17 años ya era el mejor de todos y se elevó hasta la cumbre del poder mundial, hay que rescatar que siempre quiso estar del lado de los más débiles. Contra el genocida Bush, contra el vaticano de oro, contra el norte italiano, contra el neoliberalismo, contra la mafia de la FIFA, mandando ALCArajo al imperialismo en Mar del Plata en 2005, y en miles de situaciones más fue un corazón andando, toda pasión por el pueblo, Maradona.

Un ídolo es alguien con quien la gente se identifica y quiere ser como él, pero la mayoría de las veces suele pasar que inevitablemente el ídolo se separa de su origen, se va más allá, al edes, al glamour, a la clase alta. Maradona es uno de esos dioses que nunca quiso separarse de su origen, de su pueblo, de su gente.

Fue el más diferente de todos los futbolistas del mundo pero nunca una persona indiferente a las tristezas de los de abajo en algún lugar del planeta. Como dijo el Che en la carta a sus hijos cuando partió hacia la eternidad, “sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.

Así vivieron y murieron los dos argentinos más grandes y reconocidos del mundo, sintiendo todo por todos. De ellos dos se va a hablar más que ningún otro argentino en el planeta tierra.

Los pueblos del mundo te están homenajeando Diego, y no solo porque fuiste el mejor con la pelota, sino porque admiramos todas las batallas que diste contra el poder opresor y dominante.

Así te vas Dieguito, pelusa amado, el mismo día que se fue Fidel; viven en nuestros corazones en paz, fumen y brinden a la salud de todxs.

Darío Giavedoni