En primer lugar me gustaría contarles que difiero con una frase que vengo escuchando y leyendo en las redes. Parece que para un ex presidente latinoamericano, se es pobre cuando “se necesita mucho para vivir”. Por el contrario, yo creo que esa, es la definición de quienes tienen la posibilidad, el deseo o la añoranza de acceder a ciertos bienes materiales superadores de los que ya usufructúan: clase trabajadora, clase media, burgueses y ricos. No me interesa hacer un juicio de valor al respecto porque lo consideraría una falsedad ideológica, pero si quiero dejar una aproximación de lo que entiendo por pobreza.

Ser pobre significa no tener la posibilidad de satisfacer las necesidades básicas  para vivir con dignidad. Implica a individuos, grupos o comunidades con carencias de condiciones materiales y simbólicas de existencia imperiosas para la reproducción cotidiana.

Una o más de las variables que a continuación enumeraré, son indicadores de pobreza: salario por debajo de la línea de pobreza,  falta de vivienda, alimentación, vestimenta, educación, ausencia de servicios esenciales (agua, luz, gas) y/o  ausencia /debilitamiento de recursos emocionales y personalísimos que permitan luchar por los derechos vulnerados y generar resistencia ante los opresores. (Otras categorías: nuevos pobres o recién llegados, pobres estructurales, marginales etc)

Así las cosas, el pobre, incluso siendo pobre, sigue teniendo posibilidades de aumentar sus oportunidades y no permitir que lo excluyan en tanto lucha permanentemente para estar incluido. Quienes no la tienen son los excluidos,  una posición complementaria con la pobreza pero más extrema aún.

Los excluidos del sistema no tienen acceso a los más elementales derechos, sin lazo social con el Estado, duermen en la calle, comen los restos de otros, tiene conductas autodestructivas, son vistos como peligrosos del orden social y lo peor de todo, se los invisibiliza tras un muro infranqueable que les permita siquiera soñar con ascender un escalón: de excluidos a incluidos. Y así, librados a su suerte, solo les queda esperar la muerte.

¿No les resulta licito que a la luz de la distribución desigual en el acceso a bienes y servicios, nos preguntemos: cómo, quién, dónde y cuándo el controlador social opera ese poder?
 
En segundo lugar me gustaría analizar cómo cada gobierno democrático que asume en la Argentina inyecta con bombos y platillos una nueva propuesta de reforma laboral y se arroga una direccionalidad política respecto al trabajo y al lugar que la clase trabajadora tiene en el sistema. Cada gestión de los diferentes gobiernos democráticos se reúne con los sindicatos y negocian convenios colectivos de trabajo cuyos alcances siempre intentaran ser -desde lo discursivo- el mejor paquete de ofrecimientos para los trabajadores. 

La actual gestión comenzó su mandato con el claro, rotundo y ejecutivo mensaje: “profundizar”   el  modelo de reducción del gasto público y para ello puso en inmediata vigencia  una de las más atroces medidas, disminuir la cantidad de empleados públicos. Política que rápidamente se extendió como catarata al sector privado, y por goteo a los cuentapropistas y su relación directa  con la contratación informal (en negro). “Profundizar” porque la precarización laboral y los contratos basura no son, a mi entender, patrimonio del actual mandato, en tanto un gran porcentaje  de  las y los  precarizados y despedidos tiene una antigüedad en sus puestos, que en muchos casos, supera los diez años.

A la fecha nos  encontramos  diariamente y “cara a cara”, en  los diarios,  programas televisivos, en las redes, etc, con  personas que se quedan sin trabajo, sin ingresos y con pocas o nulas posibilidades de re-ingresar al sistema productivo- formal o informal-. Aquello que solo le pasaba a otros, el quedarse sin trabajo, ahora le pasa a mi colega, compañero, compañera, hija, sobrina, hermano, vecina, y tantos más.

La realidad nos está dando una bofetada fuerte al individualismo, nos hace sentir desamparados, en riesgo y abre la puerta a  la angustia social. Silenciosamente, muchos comenzamos a experimentar que se siente  menos miedo si estamos con otros que también tienen miedo.

El sálvese quien pueda se desdibuja con las manifestaciones populares y los gritos desgarradores de muchos que pueden unirse en un posicionamiento legitimador del trabajo como un derecho ciudadano, individual pero también  colectivo, con sentimiento de clase y en solidaridad con los más vulnerables, ya sea porque estoy desocupada o precarizada, o, en tanto teniendo trabajo, me solidarizo con aquello que creo, es un derecho vulnerado, me  asusto y me proyecto laboralmente con iguales y/o peores probabilidades de estar en ese mismo lugar: “ desocupada y pobre”.

El tercer y ultimo punto que me propuse analizar es el concepto de control social, que opera  desde un doble rol, en tanto articula y controla. Sus nudos problemáticos o su eficacia será el resultado final que obtenga en la relación entre pobreza y desocupación/precarización laboral. El control social, por sí solo no es malo ni bueno, dependerá cuales son sus acciones, intenciones y decisiones políticas / administrativas (lógica de control social). 

Una buena razón del control social sería que esté dirigido a bajar el nivel de pobreza, preveer la accesibilidad a la capacitación y el empleo formal, apoye la conformación de organizaciones territoriales y comunitarias, articule las demandas sociales, promocione la participación social y ciudadana, en tanto no pierde de vista (vigila, controla) la tendencia natural del capitalismo de mercado a excluir de su mirada todo aquello que no genera el consumo esperado o le inyecta un riego inesperado a su previsión deshumanizada de adquirir ampulosos beneficios económicos.

Para finalizar y habiendo puesto en discusión las tres variables que a mi entender configuran el meollo de tan difícil escenario en la Argentina, creo que es necesario desnaturalizar la incertidumbre. Incertidumbre por la continuidad de los programas nacionales (que bajan a las provincias) para la promoción y prevención en salud, educación, alimentación de las clases sociales con mayor necesidad de intervención del Estado (PMC, CAI, CAJ, Conectar Igualdad, Adultos Mayores, SENASA, INTI etc.) 

Incertidumbre porque los trabajadores que llevan adelante estos programas nunca tuvieron certezas respecto a sus puestos de trabajo. Desde hace años están a la espera de que se lo reconozca. Trabajan con y en la pobreza. Con los pocos recursos que tienen deben hacer lo mejor posible y el control social sabe, que hacer lo posible no siempre se traduce en hacer lo correcto.

Y así, en este contexto cargado de oportunistas, de negociaciones económicas siniestras, de manipulación de las necesidades, donde el neoliberalismo se ha hecho carne  de nuestras vidas, ha mercantilizado hasta los vínculos, ha cercenado derechos e introducido el miedo, aquí  y ahora las victimas de este proceso son….somos: los pobres trabajadores o los trabajadores  pobres. 

A los y las compañeras, con trabajo o desocupados/precarizados, un abrazo fuerte y el deseo de que sigamos transitando caminos con una mirada comprometida con el padecimiento de las singularidades, que   carguemos los  deseos sociales y que nunca pero nunca nos cansemos de construir nuevos puentes para las situaciones sociales complejas, quizás así, juntos pero NO fanatizados, podremos  lograr que el capitalismo no nos discipline y denunciar la inmoralidad Todos somos responsables, pero hay algunos que son más responsables que otros. 

Lic Claudia Aguilera
Trabajadora Social