Una de las tantas discusiones que los argentinos nos debemos desde la recuperación democrática, tiene que ver con el consumo de drogas. A la errática legislación y a las idas y vueltas del poder judicial, se agregan políticos tilingos que no tienen remota idea de qué hacer; o sí, tal vez saben demasiado bien lo que tienen que hacer…

Ante todo, aclaremos que queda fuera de este análisis el uso terapéutico de drogas debidamente indicadas por profesionales idóneos, y con la suficiente evidencia científica respaldatoria. Ojalá nadie necesitase echar mano de estos recursos.

Luego, dígase que una cosa es aquel que, ocasionalmente, hace uso recreacional de algún tipo de sustancia que le reporta sensaciones placenteras; pongamos por caso el fumador social de marihuana. A juicio de este analista, es una conducta que debe quedar en la esfera íntima de cada individuo.

Otra situación, muy diferente, es cuando la práctica de ciertos hábitos se vuelve problemática, e interfiere negativamente en la vida de relación, al punto que la persona no puede sostener rutinas educativas, ni compromisos laborales, ni vínculos afectivos. Este es el quid de la cuestión: el consumo problemático. Ahí el panorama es otro, desde que nos enfrentamos a un proceso de coptación de la voluntad y pérdida gradual de la autonomía.

Lo que intentamos con este distingo, es presentar con claridad la naturaleza problemática del cuadro, y evitar posiciones pseudo-empáticas que acaban siendo convalidaciones nocivas.

La primera premisa que hay que dejar enfáticamente sentada, sobre todo con los jóvenes, es que todas las drogas hacen mal, ¡todas! Y aquí es donde el mundo adulto no puede permitirse extravíos jugando al “viejito piola”, como la gente del municipio de Morón, que acaba de distribuir un folleto con consignas como: “Cocaína/pastillas: andá de a poco y despacio. Tomá poquito para ver cómo reacciona tu cuerpo. Si te detienen, tenés derecho a un abogado”; “Porro: mejor flores. Conseguilo de fuentes confiables”; “Si salís de joda, cuidá tu salud”.

El amigo lector sabrá disculpar que se me piante el academicismo, pero: flaco favor le hacemos a nuestros pibes diciendo gansadas como estas que, lejos de enrolarse en estrategias de reducción de daños, encubren más bien prácticas narcoestaduales.

“Reducir daños” implica intervenir para minimizar las consecuencias adversas del consumo problemático de drogas. Eso no es completamente equivocado, y está pensado como técnica de último recurso para evitar males mayores; vale decir: cuando un evento dañino se producirá inexorablemente, se impone desplegar todos los medios posibles para aminorar el impacto.

Ahora bien, recalquemos que se trata de la movida final y no la inicial; o sea, que resulta pertinente cuando ya se agotaron las demás. Pero hay un elemento clave para impugnar de plano la acción panfletaria moronense: apelar a la reducción de daños es una medida excepcional, adoptada en la intimidad de la consulta terapéutica. No se puede empapelar la ciudad con consejos que sólo resultan admisibles para determinadas personas, luego de ser evaluadas por profesionales responsables.

Así las cosas, y tal como está planteado, parecería ser que la política pública en materia deadicciones claudicó ante el consumo problemático; en buen romance: tiró la toalla y que sedroguen todos pero que no jodan.

Otra lectura posible pero más perversa, sería admitir que el Estado apaña el consumo en su justa medida. A la postre, además de congraciarse con los consumidores y fidelizarlos, le hace el caldo gordo al narcotráfico. Si así fuera, no debería extrañarnos que un día de estos, la droga se subsidie.

Si no fuera porque (salvo honrosas excepciones) el funcionariado público es ostensiblemente bruto, no debería descartarse que estemos todos inmersos en un sofisticado experimento psico-social, para medir la capacidad de asombro de la ciudadanía. Todos los días nos desayunamos con un delirio nuevo, y el problema es que quedamos todos enfrascados en ese delirio.

En fin, de lo que no cabe duda, es que el debate profundo y serio que una sociedad madura merece darse en torno a la problemática de las adicciones, infelizmente, quedará pendiente; al menos, por ahora…