Siempre luchando, como el roble que era, se enfrentó y batalló durísimo. ¿Qué decir del hombre más bueno que hemos conocido? No porque seamos su familia, sino porque así era. ¿Quién podría negarlo? NADIE. Gentil, bondadoso, desprendido de lo propio luchando SIEMPRE por ayudar a los demás.
Jamás se negaba a colaborar a quién lo necesitaba. Devoto padre y esposo, excepcional abuelo y generoso suegro. Su familia siempre primero. Y así lo demostró hasta en su última pelea, preocupado más por sus “niños” que por él mismo.
Tristemente su salud requería rehabilitación y por esas cosas del destino TODO el personal del Hogar “Viejitos Piolas” llegaron para ayudarlo.
Lo amaron, cuidaron y respetaron. Contuvieron a su familia y se preocuparon hasta incluso después de su partida. Hoy, en nuestro dolor no podemos dejar de agradecer todo ese cariño que le brindaron.
Gracias, gracias, gracias. Dios los bendiga siempre. Con mucho amor.
Familia Andreani