JUEVES 18 de Abril
JUEVES 18 de Abril // GENERAL PICO, LA PAMPA
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  LUNES 07/11/2016
El tipo se encontró con un viejo par
JUAN ZETA (Entrega 21)
_ Hermano, alguien te está tocando el hombro, dijo Jesús. _Ya me di cuenta loco del orto. ¿Es un cana?, dijo el tipo que no resignaba su posición. _ No parece. _ ¿Y a qué se parece?, preguntó sin animarse a voltear. El dedo ahora golpeaba la cabeza de el tipo.

_ A un hombre delgado, con pelo y barbas blancas, anteojos pequeños y que no para de sonreír. ¡Ah! Le falta un diente a esa sonrisa, dijo Jesús.

_ ¡Hola amigo de mi vida! Mi viejo, zorro y delirante amigo, dijo el dedo.

El tipo reconoció esa voz y se tranquilizó, agarró el dedo que ahora estaba escarbando su oreja y lo dobló con fuerza: “¿Por qué no te metés el dedo en el orto, viejo?”, dijo el tipo.

_Porque ya estuvo muchas veces allí, contestó el amigo viejo del tipo.

_Después soy yo el delirante, dijo el tipo mientras giraba y lo abrazaba.

Jesús miraba como el tipo y el amigo viejo hablaban, se sintió ignorado y no quería sentirse ignorado.

_ ¿Quién es este hombre?, inquirió Jesús.

_Es un psicólogo y un loco, un sabio y un poeta, un orador y un gran actor. Tiene el grado de locura necesaria para ser un gran amigo, dijo el tipo.

_ ¿Es tu amigo?, preguntó el amigo viejo señalando a Jesús.

_Tiene el grado de locura necesaria pero parece que es más un cálculo renal que otra cosa. Tal vez sea demasiada locura, dijo el tipo.

_ ¿No me conocés?, le preguntó Jesús al amigo viejo del tipo.

_No. ¿Debería hacerlo?, respondió.

_Soy Jesús de Belén, o de Nazareth, o de Galilea, o de Judea. Como quieras llamarme.

_ ¡Ah! Mucho gusto, dijo el amigo viejo del tipo extendiéndole la mano. Soy Herodes del Once o de dónde te plazca.

El amigo miró a el tipo y le dijo” Tenías razón, demasiada locura”.

Los dos rieron, hacía mucho tiempo que no se veían. El amigo viejo había emigrado unos años antes que el tipo. El tipo, cuándo llegó a Buenos Aires, vivió unos meses en la casa de él hasta que se mudó a su casa con la puerta que ahora estaba rota. Habían transitado juntos todas las noches, se habían metido juntos en todos los lugares, habían probado juntos todo lo que había para probar. Era un gran amigo.

El tipo había dejado de ver a sus amigos, les iba a llevar unas cuantas horas ponerse al día con las novedades de sus vidas.

_ ¿Cómo andás?, preguntó el amigo.

_Más loco que nunca, respondió el tipo.

_ ¿Por qué no hacés psicoanálisis?

_ ¡Todos cuidan su quiosquito acá! No voy a un analista porque tampoco me gusta que nadie ordene mi biblioteca. Lo hago yo sólo. Soy el que mejor conoce dónde están mis cosas, mis miserias, mis locuras, mis frustraciones y sé dónde deben ir. Yo ordeno mi cabeza. ¿Por qué le voy a pagar a alguien para que haga lo que yo puedo hacer mejor?

_ ¿Qué es el psicoanálisis?, preguntó Jesús.

_Un laxante del alma, respondió escuetamente el amigo viejo mientras seguía hablando con el tipo.

Jesús seguía siendo un incómodo e inadvertido espectador de la conversación entre esos dos grandes amigos que hacía mucho que no se veían. Jesús nunca había tenido amigos, lo más parecido a eso era el tipo. Sintió celos, se volvió a sentir ignorado y no quería sentirse ignorado.

Quiso interrumpir y lo hizo: “Hermano, quiero ir al baño”.

_ Andá, dijo el tipo que ni lo miró.

_Perdón, insistió Jesús. ¿Dónde queda la entrada?

El amigo viejo, que ya se había hartado de ese tipo que no lo dejaba hablar con su amigo de gran parte de su vida, tomó la palabra.

_ Depende, dijo.

_ ¿Depende de qué?, preguntó Jesús instintivamente sin saber que ya estaba adentro del juego.

_Depende de dónde quieras ir. La del frente es la puerta del dolor, la de atrás la del odio, la de la izquierda la del sufrimiento, la del fondo es la de los cólicos y aquella que se ve allá es la de la felicidad pero está cerrada y nadie pudo encontrar la llave.

_Pero..., yo sólo quería ir al baño. Te noto sin fe, balbuceó Jesús.

_ No lo creas.

_ ¿Siempre sos así?, preguntó Jesús.

_ No. Solamente cuando respiro, respondió el amigo.

_Pero...

_Por eso fumo tanto. El cigarrillo me quita capacidad pulmonar y cada vez respiro menos.

El tipo disfrutaba mucho lo que estaba escuchando, sabía que su amigo viejo era un verdadero virtuoso en meter a las personas en conversaciones que nunca hubieran imaginado. Quería saber hasta donde llevaría a Jesús.

_ ¿Entonces el cigarrillo puede causar la muerte?, preguntó Jesús.

_No, yo no me voy a morir; me voy a matar, dijo el amigo del tipo.

_Pero es lo mismo.

_No, no lo es. Voy a matarme para no morir.

_ ¡Estás loco!, dijo Jesús.

_No te creas, nunca me gustaron las sorpresas. Me gusta saber y decidir sobre todo. El problema de morir es que a uno le pueden quedar cosas por hacer, fue la respuesta.

_ ¿Por ejemplo?

_ Pagar la boleta de la luz, cumplir alguna venganza, darse el gusto con aquel pecado reprimido que está latente a modo de asignatura pendiente. No está bien eso de morir con facturas sin pagar; no es una muerte digna. Si nos quedamos con pecados pendientes o venganzas inconclusas no morimos felices. Matarse sería el camino a la felicidad.

_ ¿Pero no me dijiste que la llave de la felicidad no existe?, preguntó Jesús que estaba totalmente a merced del viejo.

_Sí existe, pero no se sabe dónde está. Y en ningún manual de los cerrajeros el mundo figura la forma de abrir la puerta, no hay ganzúas ni nada que pueda con esa cerradura. El único cerrajero que sabía como abrirla se llevó el secreto a la tumba, o mejor dicho, lo obligaron a hacerlo, fue la devolución.

_No entiendo.

_Ahí está la diferencia entre matarse o morir, mi caro amigo.

_ ¿Podés explayarte?

_Como no, va a ser un verdadero placer, dijo el viejo amigo del tipo mientras el tipo pensaba: “Ya lo creo”.

El viejo amigo siguió: “A ese hombre lo mataron y no tuvo tiempo de entregar la llave ni de hacer copias. Y no era un tipo egoísta, si él hubiera decidido cuando morir hoy en día se podría conseguir la llave en todos los quioscos. ¡Buen día señor! ¿Me da un condón, un atado de Parisiennes y la llave de la felicidad por favor?

_ ¿Por qué lo mataron?, preguntó Jesús.

_Hace mucho tiempo, en la época de las cruzadas y de los cinturones de castidad, este cerrajero fue el único que pudo abrir la cerradura que apresaba ese precioso y deseado tesoro entre las piernas de una mujer, guardado bajo cadenas y metal. Los gritos de placer de la dama alertaron a los guardias que asesinaron al cerrajero. Con esa muerte se fueron los placeres de la doncella y la esperanza del mundo por conseguir la llave de la felicidad, dijo.

_ ¿Por qué se arriesgó de esa manera? ¿Tanto le gustaba esa mujer?

_No, en ese momento había miles de pubis libres y despeinados por una brisa, había mujeres mucho más bellas que esta doncella con los labios húmedos, latientes y a la espera de un tuerto visitante. Pero al cerrajero lo atrapó el placer de lo prohibido y la curiosidad de saber si podía abrir esa cerradura que nadie antes había podido abrir. Su desafío era doble.

_Tal vez ahora nadie se atreva a abrir la puerta de la felicidad, no porque no pueda sino por miedo a morir, caviló Jesús.

_ La felicidad es un fruto prohibido para los hombres y el que come de él va a encontrar la muerte, dijo el viejo amigo o el viejo nomás.

Jesús se quedó pensando mientras el amigo volvía su cara hacia el tipo con su sonrisa sin un diente destellando en su rostro propio de un niño que acababa de hacer una travesura.

_ ¿Cómo se llamaba ese hombre?, preguntó Jesús.

_ Ni idea, pero dame unos minutos que le invento uno. Es la del muñeco sin pollera, dijo el amigo.

_ No entiendo, dijo Jesús.

_ ¿No querías ir al baño? La puerta es la que tiene un muñeco sin polleras, pero tené cuidado que éste es un baño peligroso. Cuidáte los bolsillos y el culo también. Ahora, si querés, por veinte mangos alguno seguro que te limpia el sable, contestó.

La risa del amigo viejo y las carcajadas de el tipo hicieron que Jesús caiga en el contexto de que había sido objeto de una mentira; los dos habían confabulado contra él.

Jesús los miró con chispazos de odio en sus ojos y partió rumbo a la puerta que tenía un muñeco sin polleras.

Jesús volvió casi antes de haber partido.

_ ¿Ya está?, le preguntó el tipo.

Jesús acercó su boca al oído del tipo y le dijo que adentro del baño estaba el pastor con traje rojo al que ellos habían golpeado. El tipo sangraba por la cabeza y por la nariz y se estaba lavando.

_Entonces nos vamos antes que nos reconozca y nos denuncie, dijo el tipo.

Lo miró a su amigo y le dijo:” Nos vamos, mi viejo”.

_ De ninguna manera, tenemos que festejar este encuentro. Vamos a un cabaret, juntos como en los viejos tiempos. Son más difíciles de conseguir ahora pero que los hay los hay, fue la respuestainvitación.

_No creo que sea buena idea, dijo el tipo.

_ ¿Qué es un cabaret?, preguntó Jesús.

_ ¿Es marciano este tipo?, le preguntó el amigo al tipo.

_No, es humano. Es demasiado humano. Por eso no creo que sea una buena idea, insistió el tipo.

_ ¿Qué es un cabaret?, volvió a preguntar Jesús.

_Cabaret, burdel, quilombo, prostíbulo. Es un lugar que está lleno de potenciales madres para mis futuros hijos, contestó el amigo de el tipo.

Los tres abandonaron la estación y cruzaron la plaza. El amigo era el guía, el tipo sabía hacia dónde iban. Jesús los seguía.

_ ¿Por qué tenés las manos rojas?, preguntó el amigo.

_Es una larga historia, apenas respondió el tipo.

En ese mismo instante siete hombres entraban al baño de la estación que tenía un muñeco sin pollera. Dos llevaban una valija en sus manos, dos tenían el pelo casi rapado, gafas negras y un bulto que se veía a través de los sacos oscuros. Los siete se movían en formación cerrada y estaban vestidos íntegramente de negro.

Comentarios
 
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 07/11/2016 | 12:09 Hs
Enviado por Estela
Excelente!!! Lo sigo cada capítulo, me encanta, es muy cinematográfico Gracias!!!!
 
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