_ ¿Y mucha gente cree en mí?, preguntó Jesús.
_ Demasiada. Más de la que te puedas imaginar, respondió el tipo.
_ ¿Y vos creés en mí?
_No, yo no tengo que creer en vos. Vos tenés que creer en mí ahora.
_ ¿Por qué?, preguntó asombrado Jesús.
_ Porque yo te resucité y porque por si no te diste cuenta estás sentado a mi derecha. Y yo te digo que un día verás al Hijo del Hombre sentado a la derecha del poder y venir sobre las nubes del cielo, dijo la vanidosa borrachera del tipo que se levantó de la cama y salió de la habitación.
_ Esperá, dijo Jesús, necesito saber más.
_Si querés saber más leé los libros sobre los que te conté y algunos más que hablan de vos, contestó el tipo desde la otra habitación.
_También me gustaría ver las imágenes de mí que me nombraste, preguntó el ego de Jesús.
_Con eso creo que va a haber un problemita. Las que tenía acá desaparecieron y al parecer otras más también. No parece ser nada bueno pero no me creo en condiciones de buen concernimiento ya que hablo naturalmente con Jesús y encima resucitado por mí. Esto me convierte en Dios o en un loco apenas. No hay muchas más opciones.
El tipo escuchó pasos que le cortaron el pensar, si se podía llamar al tipo un tipo pensante, salió de la habitación y lo vio a Jesús caminando sobre los talones dejando un camino de sangre detrás. Su delgadez lo hacía más alto, sus costillas eran cicatrices en el pecho, su barba rala estaba ensortijada, su cabello largo y pajizo le caía sobre los hombros huesudos; su cuello seguía torcido. Estaba pálido, muy pálido, lo único colorido eran las vendas.
_ ¿Qué estás haciendo?, preguntó el tipo.
_Ya me siento un poco mejor. Quiero leer, quiero saber, contestó Jesús.
_ No empieces ahora a preguntar todo como un chico pelotudo, no puedo ni quiero explicarte lo que pasó en más de dos mil años, dijo con irritación el tipo.
_No, sólo quiero saber sobre mí. Siento que sé casi todo sobre el mundo. Siento que sé todos los idiomas de la Torre de Babel. Es como si en todos estos años hubiera estado despierto en miles de lugares a la vez, como si hubiera tenido millones de ojos que todo lo vieron, como si me hubiera multiplicado como panes y peces para estar en todos los tiempos al mismo tiempo. Tengo infinitas imágenes en la cabeza, me veo dentro de guerras, presenciando torturas, descansando entre pechos de bellas mujeres, viendo personas fornicar frente a mí, veo llantos que me mojan, veo gente que me pide cosas, otras que me agradecen, otras que me insultan, me veo en enormes templos repletos de riquezas y en lugares donde reina la más absoluta pobreza. Siento que estuve aquí, allá y en todas partes.
_ Bueno John Lennon, vení conmigo y sacate ese pañal para adultos que te queda ridículo, le dijo el tipo.
Lo agarró de la cintura, le cruzó el brazo por encima de su hombro y lo fue llevando hasta la otra habitación. En el camino Jesús vio sobre la mesa la estampita de María Rosa Mística, la agarró y dijo: “Se parece a mi madre”.
_ Es tu vieja, le respondió el tipo.
_ ¿Y por qué dice virgen? Virgen quiere decir que no...
_ Sí, quiere decir que no le conoció la cara a Dios.
El tipo le tuvo que explicar la expresión aunque se caía con la cosa ésta del Espíritu Santo y con la de José, claro.
Los dos iban tropezando abrazados y riendo, parecían dos borrachos saliendo de un bar.
El tipo lo acostó en la cama, dónde, hacía pocas horas, había fornicado con ella. Volvió a curarle las heridas, le cambió las vendas y le dio su bata para que se cubra. Sacó de la biblioteca una decena de libros y los depositó al lado de la cama. “Acá vas a encontrar todo lo que querés saber, pero ahora va a ser mejor que descanses. Luego te voy a dar de comer”, le dijo.
_ Gracias, dijo Jesús.
_ De nada, no sé si esto está bien. Tengo un mal presentimiento ahora. Por ahí se me pasa con un trago, contestó el tipo que apagó la luz y cerró la puerta.
La puerta no había cerrado su boca todavía cuándo desde adentro de la habitación Jesús pregunto: “¿Cómo te llamás?”
_ No importa, no respondo igual.
La puerta terminó de cerrar sus fauces. Jesús cerró los ojos y se miró a sí mismo, el tipo abrió los ojos y miró hacia el cielorraso.
Quiso ver por una grieta del techo un pedazo de cielo. Quiso ver por una grieta del cielo la punta de una estrella. Quiso ver por una grieta en la punta de una estrella un pedazo de Dios. Quiso ver por una grieta de Dios a un ser humano; quiso verse a sí mismo en una grieta de Dios.
Ella entró por la puerta que todavía tenía la llave rota en la cerradura y vio al tipo mirando hacia el cielorraso.
El tipo escuchó la puerta, el tipo escuchó los pasos de ella acercarse calladamente, el tipo sintió el calor de los labios de ella en la nuca, el tipo se dejó atrapar por un abrazo desde atrás, el tipo sintió los pechos de ella presionar su espalda, el tipo escuchó un:”hola mi amor” susurrado al oído. Pero el tipo siguió mirando hacia el cielorraso buscándose a sí mismo en una grieta de Dios.
_ ¿Estás bien mi amor?, preguntó ella.
_ No sé, respondió el tipo. No lo sé.
Una lágrima, una sola lágrima brotó de un ojo del tipo, una lágrima que era más caudalosa que un río crecido. Una lágrima, una sola lágrima brotó de un ojo del tipo cuando el tipo ya creía no tener más.
La lágrima coqueteó con las pestañas, pareció que se iba a quedar a morir allí pero se soltó de esos brazos curvos y resbaló por la mejilla abriéndose paso a través de la barba de meses. Rozó una cicatriz de un intento fallido y cuando parecía que iba a caer al vacío se encontró con la suave y tersa piel de las manos de ella que abrazaban el cuello del tipo.
La lágrima se deslizó por entre los finos dedos de ella y se escondió dentro de la mano.
Ella sintió esa profunda lágrima en su mano y cerró fuertemente el puño para no dejarla escapar nunca. Era la primera lágrima del tipo que presenciaba, aunque no su única tristeza. Siempre había estado a su lado, en las buenas y en las malas o mejor dicho en las malas y en las malas; siempre había sido incondicional.
Ella seguía con el puño cerrado haciendo fuerza; esa lágrima era el mejor regalo que el tipo le podía haber ofrendado. Se sintió con el poder de tener la tristeza del tipo en su mano, se sintió con el poder de acabar para siempre con el sufrimiento de su amor.
Ella no preguntó sobre el origen de esa lágrima, sabía que era comprometer al tipo a embarcarse en una mentira para no reconocer la paternidad de esa pequeña y caudalosa prueba de sus dolores encerrados.
_ ¿Me trajiste whisky?, preguntó el tipo sin soltarse del abrazo.
_ Sí, y es la última vez que te traigo. Ella se escuchó repetir esa frase y no se creyó, siempre la decía; nunca cumplía. “También traje algo para comer, lo dejé todo arriba de la mesa”.
El tipo agarró las manos de ella, las besó y se las quitó suavemente del cuello. Dio media vuelta, la tomó por las mejillas, le dio un largo beso en la frente y le dijo: “hola”.
Fue hacia la mesa y sacó de una bolsa una caja amarilla con letras rojas y negras, un instante después un torrente de whisky entró en su cuerpo.
_ Comé algo primero, le dijo ella.
_ No tengo hambre, respondió el tipo.
_ ¿Entonces para qué me pediste que te traiga algo para comer?
_ De pedo, hoy es el día de cosas que me salen de pedo. Hoy tenemos un invitado a almorzar.
_ Hace años que no te ves con nadie. ¿Un invitado? ¿Desde cuándo vos invitás gente a tu casa? ¿De dónde lo sacaste? ¿Lo conozco? ¿Quién es?, lo acribilló a preguntas ella.
El tipo fue hasta el baño, abrió las canillas y puso a llenar la bañera. Al regresar, ella seguía con las mismas preguntas y con una más: “¿Ahora qué hacés?”
_ Debés estar cansada, un baño caliente te va a hacer bien. Te estoy llenando la bañera, dijo el tipo.
_Sí, estoy cansada. Me quiero bañar, pero también quiero saber.
_ Parece que hoy todo el mundo quiere saber. ¿Es agosto, septiembre o el 25 de mayo? ¿Tengo cara de oráculo?
_ De culo seguro, metió el dedo ella.
El tipo le festejó el chiste cómo acostumbraba a festejar; sin que se notase nada de nada.
_ Vas a saber todo lo que quieras y lo que no quieras saber también. No me queda otra que decir la verdad aunque ya sabemos que la verdad significa falta de creatividad, pero no se me ocurre mentira más creativa que esta verdad. Ahora andá al baño que yo te alcanzo allí en unos minutos.
_ Está bien, me voy a bañar y te espero. Pero no te pienses que me voy a olvidar de algo. Quiero saber lo del invitado a almorzar, quiero saber cómo sabías que faltaban las cruces en la estación de servicio, quiero saber por qué estás más raro que nunca, quiero saber qué te pasa y quiero una camisa tuya para ponerme, dijo ella que encaró hacia la habitación del tipo dispuesta a buscar esa camisa.
El tipo estaba tomando otro trago de whisky cuando se acordó que Jesús estaba ahí adentro. El tipo se atragantó, el tipo escupió el líquido amarillento, el tipo gritó como un chiflado: “¡Pará!”
Ella se sobresaltó y se quedó tiesa, sin saber qué hacer o qué pensar.
_ Pará, volvió a decir, más calmo, el tipo que se había asustado de su propio grito. La quiero elegir yo, hoy quiero que te pongas una camisa que elija yo.
Mientras decía eso la llevó hacia el baño. Ella se dejó llevar sin oponerse, absorbida por la sorpresa y por el temor de percibir que algo malo sucedía.
Ella se dejó desnudar, se dejó meter dentro de la bañera, se dejó acariciar el cabello, se dejó besar furtivamente los pechos, se dejó dejar sola en el baño mientras miraba como el tipo cerraba la puerta.
_ Mierda, dijo, mordiéndose los labios, el tipo que entró a su habitación, la ahora invadida por Jesús, con la botella de whisky bajo el brazo.
Encendió la luz y silenciosamente abrió el placard para buscar una camisa para ella. Trató, no de elegir una limpia, sino la menos sucia; todas estaban guardadas usadas.
Dentro de un bolsillo de la casa encontró la habitación, dentro de un bolsillo de la habitación encontró el placard, dentro de un bolsillo del placard encontró una camisa, dentro de un bolsillo de la camisa encontró una piedra de marihuana y papel para armar.
Se sentó en el piso mugriento de la habitación de espaldas a la cama en dónde dormía Jesús y se puso manos a la obra, sus dedos eran hábiles para esas manualidades.
_ ¡Y en el cuarto día, Dios creó la tierra, los campos y los valles y los cubrió de hierba, la tomó entre las manos y dijo que era buena!, dijo el tipo poniendo la marihuana dentro del papel, para luego enrollarlo y sellarlo. “¡Al quinto día Dios creó la luz y dijo que era buena!”; dijo prendiendo el encendedor y encendiendo el cigarrillo. Aspiró una gran bocanada y la retuvo en sus pulmones hasta que nada de humo quedara por salir, una tos traicionera le hizo expulsar un poco de humo y dijo: “¡Mierda que era buena!, y después Dios creó los frutos porque esta cosa da hambre”. El tipo rió, rió mucho, rió con ganas; sus carcajadas se esparcían por la habitación junto al humo y al olor dulzón.
_ ¿Qué estás haciendo?
El tipo contuvo la respiración o la respiración fue la que se contuvo sola. Sobresalto, taquicardia, rigidez.
_ ¡Jesús y la madre que te parió!, dijo el tipo.
_ María, respondió Jesús.
_ ¿Qué?
_Que María es la madre que me parió, dijo Jesús.
Al tipo le pareció gracioso el paréntesis. El tipo volvió a chupar del porro. El tipo volvió a reír, volvió a reír mucho; volvió a reír con ganas. La risa era más contagiosa que una gripe, Jesús se engripó; Jesús rió con las mismas ganas del tipo.
_ ¿Qué hacés despierto?, preguntó el tipo.
_No puedo dormir. Ya dormí demasiado tiempo. Estuve leyendo, quiero saber. ¡Quiero vivir!, respondió Jesús.
_Como estaba la luz apagada pensé que dormías.
_La apagué unos segundos antes de que entraras. Escuché que hablabas con alguien, escuché que gritaste: “¡Pará!” y me asusté. ¿Con quién hablabas? ¿Ya se fue esa persona? ¿Qué es eso que tenés en la mano y larga ese delicioso aroma entre el incienso y la mirra?
_ Hablaba con mi chica y no se fue, se está bañando. ¿Qué es lo que tengo en la mano? Incienso. Sí, eso, incienso, mintió el tipo.
_Conozco muy bien el olor del incienso, además jamás vi a nadie fumarlo. Quiero saber, quiero probar, rogó Jesús.
El tipo le extendió la mano con el cigarrillo y lo dejó en los dedos largos y huesudos de Jesús. Jesús pitó, Jesús tosió, Jesús volvió a chupar, Jesús tragó todo el humo, Jesús volvió a toser. Entre catarro y catarro, entre risa y risa dijo: “Es bueno esto, tenías razón”.
El tipo tomó un trago de whisky, le pasó la botella a Jesús que hizo lo propio. Una pitada, un trago, una pitada, un trago; así estuvieron por unos momentos.
_ ¡Me encanta vivir!, dijo Jesús elevando la voz.
_No grites que mi chica, todavía no sabe que estás vivo. Tengo que explicarle todo y no sé como. Cómo carajo le digo que vos estás vivo, fumando marihuana y tomando whisky. ¿Cómo hago?; dijo el tipo agarrándose la cara con las manos como si ésta se fuera a caer al piso mugriento de la habitación.
_ Llevá estos libros que me dejaste, por ahí te ayudan, dijo Jesús largando una carcajada.
_ Mirá vos, hasta hace unas horas estabas muerto y con cara de becerro degollado y ahora no sólo te reís, sino que te me cagás de risa en la cara. ¿Leíste algo?
Jesús recitó unas líneas de memoria: “Bendito sea el que olvida por que a él pertenece el paraíso” “El hombre, en su orgullo, creo a Dios a su imagen y semejanza” “Es inhumano bendecir cuando nos han maldecido”
_Eso es Nietsche boludo. Es como escuchar los discos al revés y me estuviste revolviendo la biblioteca, se enojó el tipo.
“Mi biblioteca es solamente mía igual que la mujer que me está esperando en el baño. Quedate leyendo que voy a tratar de explicarle todo, pero leé los libros que te dejé. No vuelvas a meter mano otra vez ni en mi biblioteca porque te las clavo de nuevo”, lo amenazó el tipo mientras cerraba la puerta para ir hacia el baño.
La encontró a ella dormida y sumergida en el agua, sus pezones, duros de frío, eran un banquete. No los mordió, sólo besó sus labios.
La bella y durmiente se despertó con aquel beso; el tipo se sintió príncipe por unos segundos. Un príncipe sin Rey, un príncipe sin Reina, un príncipe sin lacayos, un príncipe sin castillo, un príncipe sin bufones.
_ Me quedé dormida esperándote, mi amor. El agua ya no está tan caliente, tengo un poco de frío.
_Ya me di cuenta, mis chicas me lo dijeron, dijo el tipo señalando los pequeños pechos flotadores.
Ella se sonrojó pero no los cubrió. Al contrario, sacó aún más los pechos fuera del agua como ofreciéndolos en sacrificio. El tipo tomó un toallón y lo desplegó entre sus brazos abiertos. Ella, la bella princesa, la dulce sirena, salió del agua. La desnudez de su cuerpo salpicada por gotas de rocío era una imagen delirada. La luz se reflejaba en las gotas de agua que la acariciaban, cada poro de su cuerpo desnudo parecía una gema.
El tipo cerró el toallón en un abrazo sobre el cuerpo de ella, la desnudez quedó vestida; la desnudez siguió desnuda en los ojos del tipo.
_ Me gusta que me seques, dijo ella.
El tipo la dio vuelta, abrió el toallón y se le pegó al cuerpo que mojó su ropa. Los poros de la piel de ella estaban abiertos como pequeñas bocas, su boca estaba abierta como una boca, toda ella estaba abierta como una boca. El tipo estaba por besarlas a todas.
Un ruido a vidrios rotos, a vidrios chocando contra el piso, a vidrios tirados contra el piso, tiró contra el piso una erección, cerró las bocas y el toallón.
_ ¿Qué fue ese ruido?, preguntó ella enredándose en la toalla.
El tipo intentó acomodar una respuesta en la punta de la lengua.
_ ¡El whisky! ¡El hijo de puta me rompió la botella de whisky!, puteó el tipo que no había dejado que ninguna respuesta se acomodara en su boca.
_ ¿Quién es el hijo de puta? ¿De quién hablás? ¿Quién está dentro de la casa?
_ ¡Hijo del Hombre, Hijo de Dios, Hijo de Puta, me rompiste la botella de J&B!, gritó el tipo sacado se sí.
El grito se mezcló con las primeras luces del nuevo amanecer, las luces del nuevo amanecer se mezclaron con el sonido de la cortina metálica del japonés que tenía la tintorería en la esquina, el sonido de la cortina metálica se mezcló con el grito del tipo.
_Estás como loco. Me estás asustando otra vez. ¿A quién le gritás? Tenés los ojos muy rojos. ¿Y ese olor? ¡Estuviste fumando porquerías de nuevo! Sabés que no me gusta que lo hagas. El ruido parece que vino de afuera, se le debe haber roto un vidrio al japonés. Pero eso no importa, me habías prometido que ibas a dejar de fumar esas cosas, perorateó ella que se sintió traicionada nuevamente y por costumbre también.
_ Sabés que no cumplo mis promesas, sabés que mi palabra vale lo mismo que yo; o sea nada. Pero te digo algo, el vidrio que se rompió no lo rompió el chino, dijo el tipo
_ El japonés.
_Chino, japonés, coreano. ¡Me cago en la diferencia! Las fotos de los documentos de estos tipos son una sola foto de la que se hicieron miles de millones de copias, el negativo debe estar hecho pelota. ¡Son todos iguales!, dijo el tipo.
_ ¡Mirá vos! Pero no me decís que está pasando, ni qué te pasa a vos, ni a quién le gritaste, ni...
Ella fue interrumpida por el tipo que no le dijo nada, sólo le abrió la toalla bruscamente. Ella la volvió a ceñir contra su cuerpo con la misma brusquedad mientras decía: “No quiero hacer el amor, ya no quiero”.
_Yo tampoco, solamente quiero mostrarte algo. Abrítelo vos si querés, pero abrilo un poco.
Ella dejó sus hombros al descubierto y parte de su escote, el tipo señaló el camino donde comenzaban los senos y le dijo:”Mirá”.
Ella bajó la vista con desconfianza y descubrió la huella que había dejado el crucifijo que alguna vez había estado allí. No entendió. Lo miró al tipo esperando una explicación pero éste no se la dio. Apenas le dijo: “Vestite y seguime”.
Ella se vistió rápidamente. No se puso la camisa del tipo, se enfundó en la misma ropa que traía desde hacía dos días y salió a perseguirlo.
El tipo la llevó a la piecita del fondo y le mostró la marca en forma de cruz en la pared, el tipo le mostró la estampita en blanco.
_Y también me dijiste que faltan las de la estación de servicio, y yo vi que no estaba la de la farmacia tampoco. Y creo que esto no es todo, dijo el tipo mientras apretaba el botón rojo del control remoto del televisor.
Todos los canales estaban transmitiendo como en cadena nacional. El dedo del tipo pasaba de una señal a otra, parecía que el control remoto no funcionaba; todos los canales de televisión parecían estar copiándose. Todos los canales eran el mismo canal, todas las noticias eran la misma noticia pero no eran la misma noticia, o sí.
Imágenes transmitidas desde casas de familia, imágenes transmitidas desde negocios, imágenes transmitidas desde templos, imágenes transmitidas desde iglesias, imágenes transmitidas desde la calle, imágenes transmitidas desde América, imágenes transmitidas desde Europa, imágenes transmitidas desde Asia; imágenes transmitidas desde todo el planeta. Imágenes que reflejaban la ausencia de imágenes, miles de noticias, miles de testimonios eran escupidos por la pantalla cuadrada del viejo televisor.
El desconcierto todavía reinaba, nadie decía que no eran miles de noticias ni miles de testimonios, aunque lo eran. La noticia era una sola: todas las imágenes de Jesús, todos los crucifijos, todas las cruces del mundo habían desaparecido sin importar que fueran de oro, plata, mármol, madera o cartón. En su lugar habían quedado sólo manchas, sólo manchas en forma de cruz.