Llegamos a Eslovenia, atravesamos el país unos 40 kms. por el sur y ahí entramos a Croacia, donde su moneda se llama Kuna y donde el lechón se hace al espiedo al costado de la ruta (se nos hacía agua la boca solo con pasarle cerca).

Y con Croacia también llegó el calor...

Recorrimos toda la costa bordeando el mar, un mar color turquesa, impresionante y cristalino donde las playas son casi en su mayoría de piedritas redondeadas y blanquecinas.

Como la costa es muy rocosa se le ha ido ganando lugar al mar con pequeños y grandes muelles que sirven para zambullirse al agua como si fuera una piscina.

La gente pasa el día en esta especie de explanada de panza al sol. En muy pocos lugares se encuentra alguna playa con arena.

El paisaje del camino que une cada ciudad y cada pueblo por los que fuimos pasando nos mostraba diferentes verdes de las higueras y los olivos en casi todo el recorrido.

Una postal bien mediterránea en la que hasta se sentía el olorcito de las brevas dulces.

Muchos puestos de ventas de frutas y verduras a orillas de la ruta y lo que no faltaba en ninguno eran sandías y enormes tiras de cabezas de ajo.

La primera noche en Croacia dormimos en Cavle, un pueblito un poco adentro de la montaña al que ya conocíamos (ahí fue donde nos pasamos unos entretenidos días de taller tiempito atrás) así que conociendo el lugar fuimos directamente a pasar la noche en un estacionamiento del centro del pueblo donde la gente local hace sus compras, toma su cafecito y hace un poco de vida social.

Y además, teniendo la clave de la contraseña de wifi mejor todavía, para así ponernos al día y comunicarnos con nuestra gente.

Al día siguiente salimos en dirección a Zadar. Arrancamos a media mañana, felices y con una sensación de libertad absoluta.

Entre rutas y mares cristalinos anduvimos unas cuantas horas y acompañados de un viento fuertísimo que hacia tambalear la camioneta de un lado para el otro. Llegamos a Karlobag por la tarde, un pueblo de cara al mar y con media iglesia, era muy curioso, le faltaba una parte, parecía que había sido arrancada a propósito para que pase la ruta.

Ahí habíamos quedado en encontrarnos con nuestra amiga Manu, hacer noche juntos y pasar dos días compartiendo entre amigos. El encuentro se dio por la tarde y también se sumaron Kyla y Didier, dos viajeros muy simpáticos de California que conocimos esa misma tarde y que también están dando la vuelta al mundo pero en bicicleta.

Ahí nomas armamos la cena y se armó una larga trasnochada de charlas e intercambio de información.

Al otro día bien temprano se despidieron para pedalear sus 120 kms. diarios. Aún no los hemos vuelto a cruzar.

Dos días en ese pueblo y se sumaron dos amigos más de Italia, Davide y Sara, a los que estábamos esperando también para seguir viaje juntos durante algunos días.

Llegamos por la tarde a la ciudad de Zadar, conocida por su parte antigua de la época de los romanos. Una ciudad vieja con vistas al mar que nos esperaba con un atardecer increíble, un malecón inmenso para dar un paseo.

Al final del recorrido se escuchaba un sonido que era difícil saber de dónde venía, llegamos al lugar y esa sí que era la melodía del viento, este entraba por unos agujeros que daban al mar, en una especie de canaletas y salían por finos orificios hechos en la pasarela. Y ahí estaban, juntos, el canto del mar y del viento.

Y mientras viajamos nos llenamos de cosas lindas, de lugares, de gente hermosa que se cruza en el camino, de viejos amigos y de los que van llegando.

Y así va, en esto consiste, en dejar que todo suceda. En cada ruta que elegiremos siempre habrá una historia diferente para contar. Una de las opciones inevitablemente quedará para una próxima, la otra... a vivirla!! Agradecidos de todo, infinitamente.

Un abrazo inmenso para todos!!

Nos vemos en el próximo capítulo!!

Gracias por acompañarnos!!

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