Hicimos noche en el estacionamiento que está debajo de su casa y después de una larga tertulia nocturna, al otro día fuimos a recorrer el lugar.

Visitamos Verona, una ciudad grande, de más de 260.000 habitantes y con muchísimo para recorrer, ver y perderse entre su arquitectura de siglos pasados.

Dos mil años de historia encerrados en poco más de 200 kms. cuadrados. Atractiva e interesante, cruzada por el Rio Adige y que entre sus tantos intereses turísticos se encuentra el Castello Scaligero del siglo XIV, la Arena, el Teatro Romano del siglo I, la casa de Julieta, y todo lo que la Italia linda ofrece, rica comida, buenos licores, variedad interminable de quesos, paisajes, amigos y todo el encanto de una ciudad llena de historia.

Verona, la ciudad de los enamorados. Que al ir al balcón de Julieta, lo que uno se imagina de poético y romántico de repente se convierte en una galería repleta de turistas del mundo entero entre promesas de amor escritas en las paredes, candados representando el amor eterno y una larga fila de gente esperando para fotografiarse bajo el balcón.

Una pasada bastante fugaz por el lugar es suficiente para recordar la trágica historia de William Shakespeare.

Verona... para no dejar de visitar.

Y un par de días por ahí y a seguir camino, hay un mundo inmenso esperándonos. Queremos cruzar fronteras con ganas de nuevos caminos. Ya se siente el calor de este verano que está comenzado con todo y también aquí como para no perder la costumbre, sentimos el olorcito de algún taller mecánico, esta vez con la presencia de Giancarlo, un mecánico simpaticón y paciente.

Está costando un poco afinar el motor para que suene como una melodía constante, pero lo lograremos. Estamos sumergidos en la magia de sentirnos dueños de nuestros destinos, de decidir, poder elegir donde querer estar. De sentir la libertad y de seguir soñando. Adónde llegaremos...? No lo sabemos, pero sí, las ganas son todas nuestras. Abrir alas y buscar el camino. Acaso no es eso estar vivo?