El itinerario acordado del guía que viajaba con nosotros (ya les contamos anteriormente que es obligatorio cruzar el país en coche con un operador de viajes y un agente del gobierno) era parar en Nyaungshwe un pueblo pequeño tranquilo y bastante acostumbrado al turismo, comparado con otros puntos.

Pero lo mejor no solo era el mercadillo local nocturno donde se come por muy poco dinero sino el atractivo Lago Inle, uno de los lugares más hermosos por los que hemos paseado y uno de los más impactantes de la antigua Birmania.

A la mañana siguiente de haber llegado al pueblo fuimos al embarcadero que quedaba a unos 500 metros del lugar de acampe. Allí nos esperaba nuestro barquito, una canoa larga y finita con un motor raro, muy raro, para nada aerodinámico ni de colores modernos, parecía el de un coche viejo. Y el conductor, con una sonrisa linda nos dio la bienvenida.

Era un día de mucho sol y calor. Apenas subimos el bote empezó a navegar por el canal que desembocaría más tarde en el lago. El agua en esa zona del pueblo tiene color como chocolate, después de unos kilómetros se va volviendo cristalina. Arrancamos y se me lleno el corazón de felicidad y libertad, ir tan rápido y al ras del agua fue una hermosa experiencia e imagínense para Quintín y Alma, su primera vez en un medio de transporte de estas características. Y salimos, con los pelos al viento!!

El Lago Inle, es un inmenso lago de agua dulce que está situado en el centro de la antigua Birmania entre verdes montañas y tiene más de 200 aldeas y pueblos flotantes. La superficie es 11 km. de ancho por 22 km. de largo. No es muy profundo pero si el segundo más extenso del país. Sus aguas cristalinas parecen espejos y si a eso le agregamos la manera tan particular de remar de los pescadores hace todo una postal inolvidable.

Desde arriba se ve el fondo repleto de algas y peces y los pescadores reman de una manera única en el mundo, van parados como excelentes equilibristas en un extremo de sus pequeñas barcas de madera, en su mayoría a remo y solo algunas con un motor chiquito, utilizando una de sus piernas donde traban el remo y así le dan un pequeño envión a la embarcación y van pescando con las manos libres, utilizando sobre todo redes en forma de cono.

También lo hacen con las redes comunes donde se prepara la pesca en dos grupos, uno extiende la red y otro grupo golpea la superficie del agua con los remos para ir dirigiendo los bancos de peces hacia el lugar donde se colocaron las redes.

Debajo del espejo de agua se encuentra numerosa cantidad de algas y vegetación que son usadas como fertilizante y también para la construcción de los famosos jardines o granjas flotantes que se pueden ver camino a las aldeas, dentro de los canales que se forman en los márgenes del lago. Lo que más se cultiva en los jardines flotantes es el tomate.

Es increíble ver como los campos de cultivo flotan en el lago. Como no existe tierra firme se construyen juntando ramas, algas y vegetales sobre el agua, luego se clavan unos palos grandes que evitan que la corriente arrastre los cultivos y los huertos llegan a ser tan fuertes que podrían soportar el peso de una persona.

Entrando ya a la aldea, luego de más de una hora de viaje en bote pudimos observar y disfrutar como hace la gente para trasladarse de un lugar a otro. Algunas casa cuentan con pequeñas pasarelas para cruzar de un lado a otro. Cada casa tiene su propia embarcación. Es como la Venecia asiática pero al nivel más rustico que pueda uno imaginarse. Precioso, realmente un disfrute total andar entre sus aguas, entre sus “calles”.

También fuimos a un sitio donde se trabaja el metal y se hacen diferentes elementos (instrumentos, cuchillos, hachas, etc.) golpeándo el pedazo de hierro macizo entre varias personas para moldearlo, luego de sacarlo al rojo vivo del fuego. Entre la técnica del trabajo y el lugar donde estaba ubicado el taller parecía que habíamos retrocedido en el tiempo en un segundo.

Una visita que nos pareció interesantísima pensando en todo lo que hace el ser humano para sacarle provecho a lo que la naturaleza nos da, es un taller textil donde la materia prima es la fibra del tallo de la flor de loto. El procedimiento para obtenerlo es muy simple, se corta el tallo sacando luego los finos filamentos que tiene dentro, son muy resistentes que al juntarlos entre varios forman un hilo fuerte, el que luego se utiliza para hacer todo tipo de tejidos.

Almorzamos un poco de arroz en un restaurante y empezamos a pegar la vuelta, más de una hora de viaje por el lago nos quedaba para regresar a casa. Antes pasamos por el templo de los gatos saltarines. Los gatos? Durmiendo la siesta en medio de la sala, fue una mala hora para ver sus destrezas. El lugar con muchísimos puestos de ventas de suvenir. Rescatamos unas hermosas fotos hechas a un grupito de pequeños monjes que se prestaron con una sonrisa.

Fue un día de paseo precioso el que vivimos. Fue un día diferente para nosotros, no estamos acostumbrados a hacer este tipo de excursiones, nuestro presupuesto en el viaje es ajustado, disfrutamos desde otro lado, es buenísimo y no menos interesante. Por suerte a esta dijimos que sí y fue hermoso!!

Esa noche seguimos de tertulia con nuestros compañeros de viaje, alemanes e ingleses, en un momento también se acercaron para conversar una pareja de españoles que andan en su camionetita paseando por el mundo y un argentino solitario.

Y la vida va así, tan simple como nos la imaginamos. Tan cortita que ni nos damos cuenta…

Esperamos que disfruten del capítulo!

Fuerte abrazo para todos y vamos que el mundo está más lindo que nunca!

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