Con que simpleza se vive aquí... Con pocas cosas, sin pretensiones, con el corazón lleno de amor. El consumo de cosas innecesarias parece no haber llegado aún y se agradece.

En la ciudad de Demre, donde nos quedamos unos cuantos días a disfrutar de "nuestra playa" están las Tumbas rupestres de Myra. Un paisaje que se ve sobre la ladera de la montaña que da a la pequeña ciudad, a unos 3 kilómetros del centro.

En este capítulo mostramos algunas tumbas del siglo IV a.C. talladas perfectamente en la roca, en lo alto, ya que se creía que los muertos serian transportados al más allá por una criatura con alas.

Para entrar al lugar hay que pagar una entrada y junto a los grupos de turistas se ingresa por un molinete. Pero decidimos entrar a otro lado, más rustico, natural y entre paisanos. Nos metimos por un caminito, otro, y ahí nomas nos encontramos con "pequeños guías locales" llevándonos con una sonrisa hasta las tumbas por el patio de sus casas, cruzando alguna vaca y un par de cabras. Nos regalaron unos higos, su compañía y de agradecimiento hubo malabares en la calle y algo más, asombrándose y agradeciéndonos de haber pasado por ahí.

Seguimos camino, andando y andando, por nuestros ojos pasan montañas, playas, verdes, gente, mesetas, pueblos, mezquitas, valles, ciudades, subiendo, bajando. Más gente hermosa, campos, sonrisas y un cielo inmenso. Cada día la vida nos da el regalo de descubrir algo nuevo, una palabra, un amigo, los que vemos, lo que degustamos, nuevos olores y descubrimientos de cosas cotidianas que hace a la cultura del pueblo donde estamos.

Seguimos insistiendo en que Turquía es muy bella en todos los sentidos.

La sensación de comodidad en este país es tan grande que cuando crucemos la frontera lo vamos a extrañar mucho, sintiendo de haber dejado una parte de nuestro corazón aquí.

Gracias Turquía!!!

Esperamos que disfruten de este capítulo!!

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Gracias por acompañarnos en esta aventura!!!