JUEVES 25 de Abril
JUEVES 25 de Abril // GENERAL PICO, LA PAMPA
Seguinos en
Compartir
Twittear
  LUNES 08/08/2016
El tipo alucinó en una resaca
JUAN ZETA (Entrega n° 8)
El tipo pasó la mano sobre la mancha roja pero no le dio demasiada importancia, el piso del comedor simulaba el atelier de Pollock.
El tipo quería un trago de whisky pero la botella estaba con ella.
El tipo quería un trago de ella pero ella estaba con la botella; en esa cacofonía encontró una encrucijada. Era raro que estuvieran juntas, nunca se habían llevado bien. Imaginó un menage a trois, una bendita trinidad.

Pero ella no lo dejaba disfrutar de la botella y la botella no lo dejaba gozar de ella ni de nada.

Una bifurcación de caminos se abría ante el tipo que no supo qué rumbo tomar. Hacia la derecha ella, hacia la izquierda la botella. El tipo retrocedió antes de descuartizarse.

Se sacó la campera, la bufanda, el gorro de lana, fue hacia el baño y se encontró con una desagradable sorpresa; en el baño había un espejo y en el espejo estaba él, o lo que quedaba de él.

La vista lo asustó. Flaco, huesudo, cicatrices de intentos fallidos más marcadas que nunca, ojeroso y grasoso. Se vio como la sombra de la sombra de la sombra de lo que alguna vez había sido. Una sombra ya difusa y huérfana.

Una trompada surgida de la impotencia, de la resignación, de las frustraciones brotadas desde el centro profundo de un ser que estaba dejando de ser, hizo moléculas de espejo.

Le dolía la cabeza, le dolía el cuerpo, le dolía la dignidad ausente y la ira presente.

Ella lo esperaba y él apestaba.

Abrió las canillas y llenó la bañera. El agua estaba caliente y limpia, el tipo estaba frío y sucio. El tipo se metió en la bañera sin quitarse la ropa.

Su cuerpo necesitaba una ducha, su alma también pero no se habían inventado duchas para el alma. Si alguien pasase un dedo por el alma del tipo le quedaría negro como si lo hubiese pasado por una chimenea. Deshollinadores para un alma cocinada en una hoguera con leña de árboles caídos tampoco se habían inventado.

Zapatillas, medias, pantalones, una camisa y un calzoncillo empezaron a flotar como peces muertos, como capas de un leproso en la antes bendita y ahora contaminada agua.

Se sumergió bajo el agua y aguantó lo que pudo sin respirar. Casi se suicida, esta vez, sin querer, buceando en un intento de encontrar el tesoro hundido en una fuente de limosnas de recuerdos de alguna felicidad olvidada. 

Se quedó dormido con la cabeza apenas afuera del agua.

No pasó más de una hora, el tipo se despertó temblando en el agua que se había enfriado rápido. Hacía semanas que no dormía una hora seguida.

El encontrarse en remojo ya lo sorprendió. Su cabeza era el laberinto que debían sortear los pensamientos; aún le dolía y eso fue lo único que lo conectó con la realidad.

En su mente demente irrumpieron miles de imágenes: ella, la señora que le dijo hijo, el eslabón perdido, la iglesia, las carpas, la gente, el viejo sin dientes, las mesas con armazones de caño que sostenían lonas y plásticos, espigas, panes de arcilla, rengos y ciegos falsos, San Cayetano, el altar, la lanza, la cruz y Jesús.

Su piel estaba arrugada, sus dientes chocaban; con una desconocida carcajada hizo gárgaras.

_ ¡Estoy muy loco! Me quedé dormido y tuve un sueño trastornado, una pesadilla bah. Mucho querosene, muchas pastas y poco sueño. ¡Ja! Soñé que me afanaba a Cristo de una iglesia. O me volví católico de golpe o la mezcla me pegó mal y me tiró a un delirio místico. ¡Psicosis golpeando a las puertas del cielo, ja¡, dijo.

Siguió riéndose hasta casi vomitar los demonios inquilinos en su cabeza de conventillo. Se miró las manos; desde crío encontraba placer en mirar como los dedos se arrugaban con el agua.

La risa clavó los frenos como si algo se hubiera atravesado en medio del camino, como último reflejo de hacerle trampas a la fatalidad.

El tipo vio que una mano estaba teñida de rojo, abrió bruscamente la cortina del baño arrancando las últimas dos argollas que la sostenían y vio pedazos de cristales conquistando el suelo; el antes espejo ahora eran miles de espejitos de colores.

Recordó la visión de otro dentro del espejo, recordó la sombra de la sombra de la sombra, recordó la dignidad ausente y la indignación presente, recordó la piña lanzada con furia.

Pensó que se había lastimado pero no encontró ni rastros de un corte ni huellas de una cicatriz. Lo rojo de la mano se igual se parecía demasiado a una mancha de sangre.

Salió de la bañera y en el lavamanos intentó de todas formas quitarse la mancha. No hubo forma, el color rojo siguió allí como una rebelde impronta indeleble; apenas un estigma más.

El tipo temió algo feo, lo peor. Salió del baño desnudo y sin secarse, un rastro de agua lo siguió.

Abrió la puerta de calle, la llave rota estaba en la cerradura.

Fue hacia su dormitorio, ella dormía en su cama.

Corrió pávido hacia las habitaciones clausuradas, abrió la puerta golpeándola de lleno en la boca del estómago y ahí estaba su temor: Jesús, clavado a su cruz, yacía acostado en el catre.

_ ¡Mierda, mierda! No fue una puta pesadilla. Lo hice, me chorié a éste de la iglesia. ¡Me cago en mí! ¡Me cago en tu padre!, le dijo al huésped. "¿Cómo dejó que pase esto? ¿Te abandonó otra vez? ¡Si lo tuviera enfrente le pegaría un tiro en la frente!"..., siguió y siguió en un rosario de blasfemias que no me gusta recordar.

El tipo estaba furioso, yo fui cautivo de una angustia celestial. El corazón se me astilló como el espejo del baño. ¿Quién soy yo?

Yo.

 

Comentarios
 
ACLARACIÓN: No se publicarán insultos, agravios, ni cualquier otro texto con términos injuriosos.
Tampoco se publicarán comentarios con mayúscula fija.
No observar estas condiciones obligará a la eliminación automática de los mensajes.
 
 08/08/2016 | 16:06 Hs
Enviado por Marta
MD.Net: No discutimos criterios editoriales con los lectores.
 
Escriba su comentario



Diseño y diagramación: A P