Me animo a decir que decenas de páginas deportivas de los diarios, publicaron crónicas y “hazañas”, de “los Hermanos Giorgis”. Rubén y Herminio hicieron una dupla “famosa” en la provincia y la región y se cansaron de ganar campeonatos y copas, en los tiempos que el tenis era nominado como “el deporte blanco”, y de caballeros, y no asomaba claramente como popular y de alta profesionalización como lo conocemos ahora.
Lo recuerdo a Rubén, esperando que se aplacaran los calores para empezar a pelotear, mientras regaba la cancha de polvo de ladrillo de Pico Fútbol, como si fuera el mejor canchero… y era el Nº 1!
Tardé unos años en jugar frente a él, en dobles y singles y fueron más las veces que me tocó perder que ganar, en singles o dobles.
Rubén, derecho neto, tenía un estilo exquisito y una delicadeza para pegarle a la pelota, que no le restaba velocidad a su drive demoledor.
No sé de donde habrá sacado esa naturalidad de estilo, pero tal vez haya sido allá por sus pagos, Monte Nievas, donde, supongo, “los ingleses del ferrocarril”, habían hecho el legendario Lawn Tenis Club, en los tiempos que Argentina era “el granero del mundo” y las tierras de esa zona producían cereales para exportar que salían por los ferrocarriles.
No recuerdo haberle visto hacer “doble falta” y aunque hablaba poco: antes, durante y después del partido, uno, por pibe y curioso, le sacaba palabras y enseñanzas entre las cuales me acuerdo cuando decía “si no sabés sacar, no podés jugar al tenis”, sacar nomás… no se trataba de hacer “ace”, se trataba de “empezar el juego”, esa era la única “gracia”.
Sus dos hijos varones se arrimaron a las canchas de la mano de Rubén y recuerdo el inmenso dolor por la partida del primogénito “Rubencito”, alrededor de los 20 años, con quien jugamos algunos intercolegiales inolvidables, igual que con Marito Amela, otro tenista desparecido muy joven.
Rubén era “albo”, de Pico Fútbol Club, y llevaba los colores adonde lo invitaran pagándose todo de su bolsillo, y poniendo el auto a disposición para otros jugadores, a veces, sin fijarse para quien competían.
Seguramente en las vitrinas de esa institución hay algunas copas y trofeos que Rubén trajo para el club.
No hace mucho, otro compañero de partidos memorables, Jorge Del Campo, me comentó que había visitado a Rubén y lo encontró, tranquilo, bien, aunque un tanto “convencido” de que ya había vivido y hecho bastante en la vida. Tal vez, le anunciaba el deseo de su partida.
Con Rubén, nos cruzamos jugando en la canchas de Pico F., de Independiente, de El Prado de Santa Rosa, de Estudiantes, de El faro de Trenque Lauquen, La Lucila de Villegas, de Ameghino, De Gral. Alvear y de tantas más que no recuerdo, seguramente conmovido por la ida de un compañero del deporte, que jugó al tenis conmigo como a mí me hubiese gustado jugar con mi viejo.
Hasta siempre Rubén.
Oscar Miguel